Pitiusas

Partiendo de la playa arenosa de la Savina, apenas alunada, buen fondeadero para embarcaciones menores, y navegando a lo largo de la costa hacia el Sur, la vista abarca todo el costado occidental de Formentera, hacia cuya mitad, a lo lejos, se eleva un montículo coronado por la iglesia de Sant Francesc Xavier rodeada de numerosos campos cultivados. La costa es muy baja y sólo se acantila un tanto junto a la Punta de sa Pedrera, por delante de la cual se abre la Cova d’En Cabrit.

La costa va elevándose un poco más a partir de Cala Saona, prolongándose casi sin interrupción en línea recta hasta el Cap de Barbaria, a 1 millas y ½ de distancia. Las pendientes, que al principio caen casi verticalmente sobre el mar, para suavizar luego un tanto su desplome, consisten de estratificaciones rojizas, amarillas y grises salpicadas aquí y allá de numerosas cuevas pequeñas; una de ellas, relativamente grande y abierta, se encuentra en Cala Saona, de la que toma el nombre. En otra, algo más alejada, una masa rocosa en forma de pilastra central divide la oscura entrada. No lejos del Cap de Barbaria, las escarpadas rocas forman un gran arco ojival natural, al que al poco sigue una oquedad, la Cova d’En Corda, de bajo techo, que se abre casi a ras de las aguas.

Entre el Cap de Barbaria y la Prepotente Mola al Oeste se encuentra una gran ensenada cuyas orillas constituyen la llamada Platja de Migjorn. Esta bahía no es muy profunda, y en algunos lugares, en particular junto al Cap de Barbaria, presenta un fondo arenoso que penetra casi hasta dos millas mar adentro, con una profundidad de una a dos brazas, y como máximo cinco. La arena es de una blancura extraordinaria y el agua adquiere por ello un color muy especial, como el verde pálido de la turmalina, cual ocurre en algunos ríos de la región veneciana.

Archiduque Luis Salvador de Austria. Las Baleares por la palabra y el grabado. Primera parte: Las Antiguas Pitiusas. Ed. Sa Nostra, Caja de Baleares. Palma de Mallorca. 1.982.