Pitiusas

De Punta Grossa a Eivisa

Traspuesta la pequeña Cala d’es Lleó, encontramos otros promontorio, el Cap de Campanitx, con la torre y cueva de igual nombre. Las vertientes de dicho cabo, caen verticalmente sobre las aguas, configurando una imagen muy clásica y austera.

   

Prácticamente enfrente del Cap de Campanitx surge la Illa de Tagomago, después de Conillera la mayor de las que quedan vecinas a Eivissa, la primera al Este y la segunda al Oeste de su hermana mayor. Tagomago queda algo más próxima de la costa, de la que sólo dista ¾ milla. Ya desde la punta del Ses Formigues se nos ofrece a la vista esa isla peñascosa y abrupta, que a medida que nos vamos acercando se nos antoja aun más pelada y salvaje en sus escarpados cantiles.

Tierra adentro se aprecia el pelado y rojizo cerro de S’Argentera y otras cimas, mientras que la línea costera presenta cuatro insignificantes ensenadas, a saber, Cala Roig, Cala Mastella, Cala Llenya y Cala Nova. A esta última sigue el pequeño huerto de Es Canar, muy abierto y por ende muy poco seguro. Casi enfrente de su entrada, aunque algo más al Norte, se encuentra la minúscula y bastante llana Illa d’es Canar, y algo más a la Sur, encambio, la llamada Galera d’es Canar, más pequeña aun que aquella y que se pierde en uno de los extremos formando una prolongada punta. Mar adentro descubrimos la Seca Santa Eulària, conocida también por el nombre de Llosa, a una milla aproximadamente de la costa.

Esta va haciéndose cada vez más llana, con vertientes bajas y escarpadas, compuestas de capas más o menos inclinadas hacia el mar. Tierra adentro divisamos colinas de mayor altura cubiertas de bosque. La Punta Arabí forma un insignificante promontorio, delante del cual se halla la casi triangular Illa Grossa de Santa Eulària. Sigue la Illa Rodona, con algunos escollos próximos mar adentro y el llamado Escull d’En Marcus, muy pegado a la costa, que asoma sus oscuras formas.

Volviendo la mirada atrás se nos ofrece una espléndida vista de la Illa Tagomago, que presenta ahora tres grandes escotaduras, así como del ancho, vaporoso e infinito mar.

Después de la pequeña cala formada por la desembocadura del río de Santa Eulària aparecen Cala Blanca y Cala Llonga, separadas por el pronunciado Cap d’es Llibrell. Este promontorio, uno de los más importantes de la costa ibicenca, se presenta con igual gracia al viajero procedente de Poniente como al que viene de Levante.

Algo más allá descubrimos otro escollo, el Escull gros de s’Estanyol, que con el pequeño constituyen conjuntamente Es Lledós. Divisamos en lo alto la ciudad de Eivissa y el negruzco y sobresaliente Cap Martinet con sus estratificadas vertientes. En algunos puntos las capas amontonadas, materialmente revueltas, denuncian el efecto de remotos temblores de tierra; presentan pequeñas oquedades, entre las que cabe destacar la profunda e interiormente anchurosa Cova d’En Martinet, de boca, no obstante, más bien angosta.

A continuación se abre la vasta ensenada de Talamanca, llamada también Cala Manca, rodeada de rojizas y desnudas colinas, y al poco es la Illa Grossa la que nos presenta sus verticales y abruptos acantilados. Aun podemos alcanzar con la vista el maravillosos Cap d’es llibrell desdibujándose en lontananza, pero el inmediato puerto de Eivissa nos invita al punto a entrar en sus tranquilas aguas, y nuestro barquero saluda alegremente al faro que da la bienvenida a casa.

Archiduque Luis Salvador de Austria. Las Baleares por la palabra y el grabado. Primera parte: Las Antiguas Pitiusas. Ed. Sa Nostra, Caja de Baleares. Palma de Mallorca. 1.982.

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