Los hombres se tocan de un gorro rojo con vuelta negra rara vez blanca, que llevan inclinado hacia un lado; ocurre también pero en casos muy infrecuentes, que el gorro sea negro y la vuelta roja. En días de feria, algunos adornan la parte delantera de aquél con flores artificiales. Por lo común estos gorros se importan de Barcelona, de donde procede también la tela, cuando no de Palma, aunque a veces se confeccionan aquellos en la propia isla. En verano el campesino se toca de un sombrero de paja de palmito con la convencional prenda de fieltro gris y badana negra, más alta por la parte delantera que por detrás. Llevan el cabello corto y suelen presentarse siempre bien rasurados, como es común en Eivissa. La camisa es de cuello alto y almidonado; el chaleco, negro con grandes botones de plata que cuelgan a modo de borla; y la chaqueta, de paño negro azulado, les confiere evidente donaire. No cambia mucho el atuendo en invierno, aunque para protegerse del viento y la lluvia, recurren a un abrigo de color marrón, con pespuntes rojos y retales multicolores, de luengas mangas y puntiaguda capucha. Ciñe la cintura una faja negra o roja, en la que suele alojarse un cuchillo corto. Dicha faja cumple el doble propósito de proteger del frío el abdomen y a la vez sujetar el amplio pantalón, de grandes pliegues, que va estrechándose hacia los pies y recibe el nombre de Balons. El calzado corriente es de esparto, y el de mayor calidad de fibra de pita y llamado espardenyes, que si son de cáñamo se conocen más bien como alpargatas. Ambos tipos recuerdan vivamente las opankas del Sur de Eslavia, aunque no son ni mucho menos tan prácticas.
Archiduque Luis Salvador de Austria. Las Baleares por la palabra y el grabado. Primera parte: Las Antiguas Pitiusas. Ed. Sa Nostra, Caja de Baleares. Palma de Mallorca. 1.982.
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