“En una de sus visitas a la pequeña localidad de Piñataro, en la costa italiana, vio una casita que por su situación y el panorama que desde ella se contemplaba, le interesó comprarla. La habitaba un viejecito al que ofreció el doble de lo que aquella casa valía. El viejo aceptó enseguida pero cuando lo consultó con sus hijos, éstos le dijeron que ellos habían pensado construir otras casitas junto a la suya para estar juntos. Cuando al cabo de tres meses volvió el Archiduque, el viejecito le suplicó que volviera atrás el trato por razones sentimentales, a lo que accedió gustosamente Luis Salvador. Desde entonces, cuando el Archiduque pasaba por aquel pueblo y visitaba la casita, era un día de fiesta para toda la familia”.
Sabater, G., Mallorca en la vida del Archiduque, Ed. Associació amics de l’arxiduc, 1995
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