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“La alimentación de los habitantes de Lípari es muy sencilla. Se suele comer al mediodía y por la noche. Los pudientes comen caldo, sopas, verdura, carne, pasta y, de vez en cuando legumbres; el pescado constituye un plato predominante. También hay que mencionar las tortillas que, habitualmente cocinadas con queso rallado, tienen un gusto particular, pero no desagradable.
Una comida muy apreciada en Lípari son los pruopetta. Estos se preparan con trozos de carne de ternera a los que se añade yema de huevo y pan rallado, tras lo cual se asan; se los puede pasar también por la sartén (in umido). Se los prepara también con queso y con canela en polvo. Además hay que mencionar los badduottuli, para los cuales se corta bien la carne y luego se amasa como si fuese pan. Se le añaden algunas pasas y pan rallado, se le da forma redonda a la masa y se echa después el caldo, más sustancioso porque contiene algunos huesos.
Una comida muy apreciada es el stuffatu de ternera. Se corta y unta (‘muttunatu) con grasa y ajo, o sencillamente todo de una pieza. Cuando ya está rojo, se le añade conserva de camuesa (conserva di pomodori), con lo cual el jugo se vuelve negro; si por el contrario de le añade camuesas frescas, entonces el jugo sigue rojizo.
La sersizieddi se hace también con carne de ternera, que se enrolla y se llena de pan. A veces se le añade también algunas pasas, un poco de ajo y algunas especias.
El vino no falta en la mesa de las clases pudientes. Los liparotas atribuyen la salud y fuerza que tienen a su excelente malvagia”.
Archiduque Luis Salvador, Islas Lípari, 1895, Traducció Associació Amics de l’Arxiduc, 2008
Una de las grandes sorpresas al llegar a Lípari fue el no encontrar muchos de los platos que había indicado el Archiduque en los menús de los restaurantes. Nos comentaron que existía un restaurante en las afueras de la ciudad que sí podía tener alguno de estos platos pero no tuvimos oportunidad de visitarlo.
El día que fuimos a cenar a casa de Robi nos prepararon “pruopetta” y “sersizieddi”. Los primeros se asemejan bastante al “cordón bleu” pero en los que el queso tiene un peso mucho más pequeño. Los sersiziedi, deliciosos, parecen en cuanto a su forma, los dátiles envueltos en bacon, aunque por su contenido y sabor, evidentemente, no tienen nada que ver.
En general tuvimos la impresión que la cocina tradicional de la que hablaba el Archiduque parece haber desaparecido, al menos en los lugares más desarrollados y turístico. Uno tiene la impresión que los platos típicos, y muy conocidos, de la cocina típica italiana han tomado preponderancia respecto a la comida tradicional.
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