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Frente al punto más meridional de la isla de Conillera se encuentra la Punta Rovira, promontorio de poca altura, coronado por una torre, y con algo de vegetación tierra adentro. Recibe también el nombre de Punta de Sant Antoni por cerrar por el Sur la ensenada de igual nombre, que desde la isla Conillera puede apreciarse en toda su extensión. Este vasto golfo, cuya profundidad alcanza 16-22 brazas, constituye una especie de antepuerto del Portus Magnus propiamente dicho, el cual queda situado detrás de la Punta de Coves Balnques.
La costa Norte del pueblo de Sant Antoni ofrece una serie de colinas cubiertas de bosque, cuyas vertientes estratificadas y abruptas caen casi a pico sobre las aguas. Esta porción de la costa presenta menos escotaduras que la del Sur, siendo la pequeña Cala Gració, limitada por el Cap Blanc, la única que ofrece algo de refugio relativamente seguro a las embarcaciones menores.
Una aislada roca prominente, próxima a las aguas, que forma una especie de puente, recibe el nombre de Ses Margalides, por parte de pescadores, que conocen como Cala d’En Sardina la pequeña ensenada inmediata. Muy cerca divisamos unos escollos llamados d’es Alls.
El Cap Nunó o Puig Nunó, como suelen decir los ibicencos, aparece seguidamente con toda su hermosura. La costa se eleva junto a él considerablemente en grandes farallones verticales a cuyos pies el mar arroja fondos de hasta 50 brazas, sonda máxima en las costas ibicencas.
Desde el Cao d’Aubarca la costa se extiende directamente en dirección al Norte y salvo por algunas cimas algo más altas, cae perpendicularmente al mar en vertientes peladas, de rosado brillo.
Distinguimos seguidamente la Torre de Sant Miquel en lo alto de un gran promontorio rocoso que constituye el cabo de igual nombre, a espaldas del cual ascienden unas colinas parcialmente cubiertas de bosque, y casi al pie de cuyas quebradas pendientes rompe la superficie de las aguas un gran islote llamado Illa Murada o de la Muralla, que consiste de grandes blancos bloques de piedra que debe su nombre a los vestigios aún visibles de antiguas fortificaciones. Más adelante y a corta distancia de este islote aparecen las rocas del Cap Bernat adentrándose en el mar, muy pintorescas y de apariencia semejante a un castillo en ruinas; protegen por el oeste la entrada del Port de Sant Miquel o de Balansat. Este pequeño, pero seguro, puerto se orienta al Norte y queda rodeado de escarpados cerros, en parte cubiertos de higueras y en parte de pinos carrascos. El fondo del puerto está ocupado por una playa arenosa en la que, algunos pasos tierra adentro y a la sombra de las higueras, se alza una solitaria casa que sirve hoy de almacén para la custodia de las algarrobas y otros frutos del país destinados a la exportación.
Archiduque Luis Salvador de Austria. Las Baleares por la palabra y el grabado. Primera parte: Las Antiguas Pitiusas. Ed. Sa Nostra, Caja de Baleares. Palma de Mallorca. 1.982.
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