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Alcúdia (20)

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Lo que dice el Arxiduc:

"Alcúdia, la segunda ciudad de Mallorca, poco ha conservado, fuera de su rango, del antiguo esplendor que la caracterizara, pues hoy son numerosas las villas de Mallorca que la superan en tamaño e importancia. Cuenta con1.379 habitantes y 404 casas, 9 de ellas desiertas, 45 de dos plantas y las restantes de una sola.

Es un gozo para la vista la contemplación de la doble rada de Alcúdia y Pollença, profundo azul que el Cap del Pinar divide en dos mitades y delimita una línea costera en sus suaves ondas. No hay lugar alguno en el Mediterráneo con una situación más favorable.

La muralla exterior describe actualmente un rectángulo un tanto irregular del que todavía sobresalen los ocho baluartes: el Baluarte de la Reina al norte, el puntiagudo y muy sobresaliente Baluarte de San Fernando al noreste, el Baluarte de Santa María al este, que es el más ancho de todos, el  Baluarte de San Felipe al sureste, el Baluarte de San Luis al sur, el Baluarte de Santa Teresa al suroeste, el Baluarte de San Antonio al oeste y el Baluarte del Rey al noroeste. Es de poca altura y construida con grandes cuarterones bastamente reunidos con pedralla intermedia.

   

Son tres las puertas abiertas, la más interesante la que da al este, Porta de Xara o del Port, entre dos torres del lienzo interior, creándose así una pequeña terraza sobre la bóveda; desde el casco urbano asciende a ésta una pequeña escalera lateral que propicia una espléndida vista tanto de la bahía de Pollença como de los más bellos contornos de la Serra. Un simple arco de medio punto da acceso por esta puerta al muro exterior. La Porta de Vila Roja, en parla común Porta Roja, es sencilla y sin adornos. Muestra todavía las huellas de los mecanismos otrora dispuestos para levar el viejo puente que salvaba el foso, en la actualidad reemplazado por uno más moderno de dos ojos.

Más importante es la puerta de Sant Sebastià o de Mallorca, comúnmente llamada de Palma por abrirse a la carretera de la capital entre los baluartes del Rey y de Sant Antoni. Forma una bóveda de cañón en el grueso de una torre de defensa y corona el dintel del portón interior con las armas de Alcúdia, mientras que en la parte exterior muestra el escudo del emperador rodeado de una inscripción que el tiempo ha hecho ilegible. Encima de la puerta del cerco exterior campean tres escudos más: en el centro las armas de Aragón, y más abajo dos divisas ya borradas, mientras que por la parte de dentro se encuentra una imagen de la Virgen constantemente iluminada con cirios que expresan la pía veneración de que es objeto.

Desde la Porta de Palma hasta la Porta de Xara atraviesa la ciudad el largo Carrer Major, antes empedrado y tan escabroso que apenas se podía circular por él, y hoy apisonado y mucho más practicable.

En el Carrer de Serra hay edificaciones más grandes, como la casa nº 11 de ventanas coronelas, una de las cuales ha sido transformada en barroca, y la casa nº 13, perteneciente a Joan Billon, de ornamentadas ventanas renacentistas, la de en medio con un castillo en blasón central. Este tipo principal se repite siempre, con más o menos ornamentaciones. En la casa nº 10 hay también una doble ventana en arco. Históricamente interesante es la casa sita en el Carrer de la Roca, donde viviera Carlos I de España y V de Alemania con la ocasión de su estancia en Alcúdia. Hoy pertenece al señor Gabriel Cerdà; queda en la parte izquierda de la calle si se viene de la Porta de la Xara, la séptima casa con arco de medio punto. Corona el dintel un toisón, y una pequeña ventana barroca excavada en profundidad muestra una concha en su parte superior.

La iglesia parroquial de la Purísima Concepción de María Santísima. Se encuentra en una zona más bien alta, junto al Baluarte de santa Teresa, y domina hacia el exterior ambos fosos de la muralla y hacia dentro la ciudad que tiene al pie. Exteriormente diríase una fortaleza. De construcción rectangular con una cornisa perimetral en la parte superior y coronada por una cúpula asimismo cuadrangular, carente de ábside y con dos impresionantemente altos arcos ojivales en sendos extremos, posee unos muros de 2 m. de fondo y bóveda de crucero de 40 cm. de grueso sin contrafuerte ni arbotante alguno. Sólo en tiempos recientes le han sido añadidos algunos de la parte del foso a fin de restituir algo de firmeza a las desvencijadas paredes.

En la parte que da a la ciudad, la derecha, hay una entrada lateral con un pequeño atrio. La fachada principal no tiene sino un antiguo rosetón como único adorno. A la derecha se alza una torre que data de 1649, dividida en cuatro plantas sin entibamiento, coronada por una casita de igual especie, y a la derecha de cuya entrada, hacia la parte de la iglesia, hay una escalera de caracol cerrada. El interior del templo presenta una masiva bóveda gótica sostenida por seis arcos entre los que se entrecruzan simplemente las nervaduras. Los arcos descansaban originalmente sobre pilares de piedra como los que cabe ver todavía en la poco agraciada galería que domina la entrada principal; hoy son sostenidos por seis pilastras lisas que son de muy escasa alzada. Las nervaduras superiores arrancan de seis capiteles en forma de hoja y se cruzan de manera simple en modestas claves de bóveda. Quedan en la parte izquierda dos capillas ojivales de muy poca profundidad y aún una tercera con arco de medio punto, mientras que en la derecha no hay sino una, asimismo de escaso fondo, y una segunda, más grande y próxima al altar mayor, con cúpula, capiteles románicos y dos minúsculas capillas en uno y otro lado.

A poca distancia de Alcúdia se encuentra su puerto. Para llegar a él hay que abandonar la ciudad por la Porta de Xera. Últimamente ha sido construida una buena carretera recta, el tendido de algunos de cuyos tramos propició el descubrimiento de numerosas tumbas romanas con vasos de arcilla y otros objetos.

Dejando a la izquierda un bosquecillo de pinos y salvada una pequeña lomera, el camino se aproxima al mar y desemboca en una playa de arena de la que se proyecta el pequeño muelle. Bordean la orilla numerosas plantaciones regulares, y detrás de una avenida de morales contamos hasta diez casas, algunas de ellas almacenes y otras con porche sobresaliente sostenido por pilastras, a modo de abrigo de carruajes. Singular es un gran almacén con diez ventanas segmentadas, tres grandes puertas y tres hileras de columnas en el interior.

Desde el Puerto de Alcúdia asciende un camino, al principio próximo a la costa, en dirección a la rada de Alcanada o Eucanada y a la casa de igual nombre con su acuífera sima (Avenc) de la que una bomba extrae el agua que surte diversos abrevaderos. Queda a sus pies un extenso viñedo y a sus lados bancales con algarrobos e higueras; de la garriga próxima se han adueñado en cambio los acebuches. La casa es sencilla, con torre y terraza empedrada con una estrella en el centro. Una cisterna muestra la inscripción: “Alcanada. 1844”. Se ofrece una bella vista de la rada de Alcúdia, el Bec de ferrutx y la isla de Alcanada.

Dejando el Puerto de Alcúdia a nuestra espalda, tierra adentro en dirección suroeste damos con el yacimiento de la antigua y floreciente ciudad de Pollentia, precursora de las de Alcúdia y Pollença.

Sólo algunos restos murales permiten conjeturar su tamaño, pero clara es aún la presencia de un anfiteatro al oeste de una casita y algo elevado respecto a esta, con sendas cuevas a izquierda y detrás, excavadas en el marés para estabular las bestias.

 

Cerca del Puerto de Alcúdia, al sur de la ciudad, se elevan dos yermas colinas casi cónicas, el Puig de Sant Martí y el Puig de Son Fe, este de 266,96 m. En la falda del primero, a rebosar de hinojos, se encuentra Sa Cova de Sant Martí.

 

 

El Puig forma un collado con magníficas vistas del valle de Pollença y del Puig de Son Fe, así como de la parte que queda del Cap del Pinar, panorámica que sólo supera la que se ofrece desde la cima de la montaña de Sant Martí.

 

Frente al lugar otrora ocupado por la antigua Pollentia se extiende en dirección sur una anchurosa llanada que rodea una gran parte de la rada de Alcúdia y se extiende por el este allende a Sa Pobla, mientras que al norte tropieza inmediatamente con las lomeras del Puig de Sant Martí y Son Fe. Esta planicie formaba en su centro un gran pantano, el más extenso de la isla, llamado Albufera Major, apenas separado de la costa por algunas dunas, altas y bajas, que no alcanzaban a cerrar del todo su comunicación con el mar. Entre el marjal y el puerto se encuentra el solitario cementerio de Alcúdia.

En la actualidad y salvo en algunas zonas menores ha sido desecada por la inglesa “Albufera Company” que iniciara las obras al efecto en 1863 y bajo la excelente dirección de Henry Warren ahora procede al cultivo de los terrenos ganados a las aguas. Difícil será que la compañía alcance a resarcirse de los ya enormes gastos realizados (30 millones de reales, casi 8 millones de francos), pero cierto es que ha rendido a la isla un gran servicio, tanto por el saneamiento de una zona gravemente malsana como por la ocupación dada a numerosos trabajadores.

Hay aquí tres canales, uno grande y central, y dos pequeños, de riego, a los lados, todos separados entre sí por gruesos diques comunicados por tres puentes, con cuatro ojos los correspondientes a los canales centrales laterales y con cinco el principal. Este, que discurre a lo largo de6 una ancha carretera, lo es también, y en su desembocadura queda encajada entre los Molons que prolongan el cauce artificial. Por lo que hace a los dos canales laterales, que presentan una anchura aproximadamente la cuarta parte que el principal, el más septentrional, ya muy cubierto de arena, y el meridional, dotado tierra adentro de un puente adicional también de cuatro ojos, son conducidos a las esclusas dispuestas con objeto de facilitar y aliviar el trabajo de las máquinas. Si procedemos Albufera adentro por los diques que hacen la vez de carretera podemos contemplar todo el alcance de la gran obra efectuada.

En las cercanías de esta, además del llamado Estany d’En Bauló que queda hacia la parte central de la gran rada, se encuentra aún otra zona marismeña a tan sólo 1 km. de la ciudad en dirección a la bahía de Pollença, zona que se conoce con el nombre de la Albufereta, que comparte vecindad con ambas ciudades, tiene una circunferencia de sólo 2-3 km. y es de fondo variable, aunque en franca mengua. La Albufereta comunica con el mar, muy próximo, pero dado que su sonda es en ese lugar mayor que la de este, jamás llega a vaciar del todo sus salobres aguas. Un arroyuelo, El Rec, llamado también Torrent de la Vall de Colonya, desemboca en ella, como otros, entre los cuales el más importante es el dicho d’En Burgues. La “Albufera Company” ha adquirido la Albufereta con miras a desecarla. Lamentablemente, este proyecto, que tanto haría desde el punto de vista sanitario por Alcúdia, Pollença y todo el entorno, parece haber sido abandonado a causa del escaso rendimiento pecuniario extraído de la Albufera.

El antedicho Rec (canal) es el único caudal de Mallorca provisto siempre de agua, que no deja de llevar a la Albufereta ni siquiera en los veranos más secos y cálidos. Mide sólo 2 km de longitud con un cauce de unos 7-8 m. de ancho, a lo largo del cual se alinean numerosos pimenteros falsos, como ocurre también en las orillas de todos los torrentes que desembocan en la rada de Pollença.

Una de las excursiones más interesantes desde Alcúdia es la que nos lleva a la península del Cap del Pinar que divide las dos grandes ensenadas y pone una nota de distinción en la de6 otro modo monótona línea costeña. En la falda de este elevado promontorio, de la parte de Alcúdia, a 8,3 km. de esta, se encuentra el santuario de Nostra Senyora de la Victòria. Un molino de viento separa del camino que lleva a Pollença la bifurcación que atraviesa la espesura en dirección a ese lugar de peregrinación. Quedan a la izquierda, de la parte de Pollença, las casas de s’Hort d’En Serra y del Moro, ambas con sendas torres.

Surgen aquí y allá algunos viñedos, destaca un boscaje de pinos y encinas junto a una cantera de marés, y el camino inicia unas cuantas vueltas para ofrecernos variadas vistas retrospectivas de la ciudad y de la lejana Serra. Aparece a la izquierda el promontorio de marés llamado Castell de Manresa con las huellas de pasada extracciones de cantería. Este promontorio forma un cerrillo arenoso al que sigue una llanada con un pozo y un viñedo, y al fin la mole rocosa donde asienta el ruinoso castillo, del que nos ocuparemos al atender a la costa, hoy asediado por toda clase de titímalos, reforzados por pinos y chumberas en uno de los flancos. El camino desciende seguidamente entre palmitos hasta la Platja des Mal Pas, donde se encuentra el canal de Coconar orillado de pinos. La senda bordea ahora la desgarrada playa y vuelve a ascender entre palmitos. Llegamos así a una llanada guardada en dirección al mar por una batería costera conocida por el nombre de Guardia. Fuera de los pintorescos pinarcillos que salpican el lugar, la zona es pura garriga.

Pasamos junto a una fuente que fluye por una especie de glorieta sostenida por dos columnas; encima de la pared que enmarca el curso de las aguas, junto a las cuales crecen dos viejos chopos negros al abrigo de un grueso muro puede leerse la fecha de 1648. Al pie del muro quedan un aljibe y un pequeño huerto. La iglesuela se encuentra en una explanada que proyecta un farallón sobre la llanada inferior, desde cuyas estribaciones laterales se goza de una espléndida vista del entorno, mientras que el valle devuelve un sonoro eco. La iglesia ocupa toda la parte baja de la construcción, presenta exteriormente una puerta rectangular, una hornacina con una estatuilla y un rosetón, así como la ventana del refectorio con balaustrada, guardada en lo alto por una aspillera.

Junto a la Victòria se abre una cantera, poco aprovechada, de bello mármol veteado en negro y amarillo, y por detrás de la iglesia destaca la presencia de tres cruces en el lugar llamado El Calvari. Desde aquí parte la pina vereda que conduce a la Talaia por la ladera poblada de pinos del canal de Lardenà, cuyas paredes rocosas muestran numerosas oquedades y cuevas.

La torre de l’Atalaia de Alcúdia se encuentra a 451,20 m. por encima del nivel del mar, es de planta circular y rodeada en su parte superior de una cornisa en la que otrora se abrían las aspilleras. El interior es una cámara abovedada. El ascenso más fácil se ofrece de la parte que da a Alcúdia.

   

Frente a la casita del Clot arranca en terreno pedregoso una senda que a lo largo de la pared rocosa del alto de la casita avanza por la ladera de la Falguera pasando junto a una fuente. Numerosos arbustos de romero e incontables lentiscos, carrizos y palmitos constituyen la vegetación. Desde lo alto del collado abierto entre las rocas se domina la bahía de Pollença, el Coll dels Jueus y la Pedra Roja, en cuyo rojo cantil hay un cañón, cuyos servidores o guardianes hacen uso de un agujero en la pared para entrar y salir de su cubil."

Archiduque Luis Salvador de Austria. Las Baleares por la palabra y el grabado. Mallorca: La isla. Ed. Sa Nostra, Caja de Baleares. Palma de Mallorca. 1.982.

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