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La visita a Ítaca nos deja con la impresión de haber estado un lugar casi virgen. No hay grandes cambios con lo que el Archiduque pudo haber visto, los paisajes se han preservado muy bien, e incluso observamos más vegetación que antaño. Tanto el extremo sur como el norte, Mármara, son lugares recónditos a los que prácticamente no llega nadie.
La forma de la isla y sus montañas ofrecen imágenes de una belleza estética de altura. Lástima que algunos de los puntos a los que pudo acceder el Archiduque estén hoy en día cerrados al paso por vallas que cercan ciertas propiedades privadas.
Solamente al sureste de la isla pudimos ver una planta de residuos y/o desaladora y una piscifactoria que rompen con el paisaje antiguo de Ítaca, aún así representan un impacto mínimo.
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