"Deià con 272 habitantes y 74 casas, 2 de ellas desiertas, guarda cierta semejanza con Sóller y en cierta medida ofrece una primera impresión de ese paraíso terrenal. Deià destaca en especial por su riqueza en agua, y bien podría decirse que está sitiada por fuentes de toda clase, aquí en forma de alborotado torrente, allá en atronadora cascada. Proporcionalmente supera a Sóller en acuíferos. Las casas se hallan dispersas entre naranjos y huertos de frutales, pocas adosadas, y si consideramos las presentes en las inmediaciones, el número se eleva a 281 y los habitantes a algo más de 800. La mayor agrupación se da en el fondo del valle al pie del Puig, junto a la salida de la vieja carretera, a ambos lados de un camino escalonado, antaño único acceso al pueblo.
El edificio del ayuntamiento está en una pequeña rúa porticada, la única existente en la población, con tres columnas octagonales desde la que una escalera exterior asciende al consistorio.
Dos caminos ascienden a lo alto de este cerro, en parte rocoso en parte laboreado en bancales y por doquier poblado de olivos y almendros; uno parte de la callejuela del Porxo antedicha y pasa junto al convento de monjas todavía en obras, y el otro lo hace Porxo atrás desde la antigua posada Des Molí, hoy morada de monjas. En ambos, adoquinados y en escalones, se levantan casas, algunas nuevas.
La iglesia, cuya entrada principal se encuentra frente al cementerio abierto y su capilla es de apariencia modesta con su sencillo rosetón y portal sin ornato. El oscuro interior mide 29 metros de largo por 7 de ancho, presenta un coro encima de la entrada y cuatro capillas a cada lado, la primera a la derecha ocupada por un acceso lateral. Contiene una gran cantidad de mármol, como el de vetas rojizas de las 6 columnas del altar mayor; todo el material de construcción fue extraído de la cantera próxima a la población. La vieja torre cuadrangular existente a la derecha del templo, con dos ventanas de arco de medio punto a un lado y una sola al otro fue erigida como lugar de refugio y defensa frente a los ataques de los piratas moros.
Los alrededores de Deià son indefectiblemente hermosos en cualquier dirección. Los naranjos alternan con los almendros, nogales y otros frutales y dan esplendor a la multitud de bancales en que ha sido laboreado este fértil suelo, cuyas paredes divisorias aparecen con frecuencia revestidas de hiedra. A esta refrescante muestra de exuberancia meridional hay que añadir el escarpado rosario del Puig de Can Prom, del Teix, de la montaña de Son Moragues de Deià y del Puig Gros des Molí, todos poblados de olivos y algarrobos.
Entre las casas de Possessió más próximas a la población y a pocos pasos del Porxo encontramos la de Son Canals con su torre cuadrangular, perteneciente a Antoni Vives, justo enfrente de la que posee su padre y la de Son Moragues, casa moderna adosada a ella, propiedad del catalán Monlau que vive en Palma; ambas se surten de una fuente que riega los Horts vecinos poblados de árboles frutales. Desde la terraza de Son Moragues que domina la carretera de Sóller se tiene una buena vista del valle con el Puig y la mar distante. En posición asimismo dominante se encuentra la antigua casa cuadrangular de Can Fusumany con sus viejos laureles, perteneciente a diversos propietarios. Tanto desde aquí como desde la carretera próxima al lavadero público puede alcanzarse fácilmente el grupo de viviendas llamado Del Racó a la sombra de numerosos nogales y cerezos de buen tamaño. La caudalosa Font des Racó vierte atropelladamente sus aguas en un torrente que paralelo a la carretera sobredicha origina numerosas cascadas y acciona un molino al pie de la carretera.
Desde Es Molí asciende el empinado valle un camino empedrado en escalones que conduce a Son Rullán dejando a la derecha la casa de Can Borràs perteneciente a aquel.
Prosiguiendo la marcha desde Son Rullan surge a mano izquierda el alto de Castellet des Molí con una explanada rodeada de grandes bloques de piedra gris a sus espaldas en la que crecen algunos viejos olivos y algarrobos; por detrás de ella, una colina coronada de pinos se unen con la mole gris del Teix, cuyas sombras oscurecen parte del valle de Deià. Nace en esa explanada un sendero en parte empedrado que serpenteando entre los bloques rocosos y después de transponer una especie de lisa plataforma de conglomerados sube empinado hasta ese fantástico castillete turriforme en lo alto del peñascal. ¡Cómo se anudan las hiedras y los algarrobos a la torturada orografía! Una pequeña escalera y luego empinado paso salvan una puerta cuadrangular. La muralla es más o menos redonda y en su centro se eleva un cono rocoso. Desde aquí se domina la totalidad del valle, la costa con el Cap Gros de Sóller y la Cordillera del Teix.
Si desde el valle decidimos descender en cambio en busca del mar, podemos hacerlo por ambos lados del Puig; una de las vías pasa junto a Son Bauçà, la otra cruza Son Bujosa.
De vuelta en la carretera damos a la derecha y más arriba con la casita d’En Tomeu de Cafè, oculta entre olivos, y divisamos el acogedor Lluc Alcari o Es Carrer, adonde lleva un camino empedrado que ya se proyecta reemplazar por una carretera.
A la izquierda de una especie de rúa conformada por un grupo de casas se encuentra el oratorio público de Nuestra Señora de los Desamparados (mare de Déu dels Desamparats). Iglesuela con pequeño arco campanario, frontón voladizo y puerta cuadrangular, cuyo modesto interior en bóveda de cañón sostienen dos grandes ojivas. Preside el único altar un curioso cuadro de la Madre de Dios cargada de joyas y escoltada por dos ángeles que data de 1688, copia simbólica de una estatua.
Rara vez nos es dado gozar de la forma y color de una imagen tan bella como la que presenta Lluc Alcari, donde todo traspira calma y bienestar. Es uno de esos sitios donde a gusto hincaría uno su bastón de caminante para establecer el hogar. También desde lo alto de la carretera cabe apreciar la singular belleza de ese caserío con sus antiguas torres en medio de unas laderas pobladas de algarrobos y olivos, famosos estos no por la abundancia de producción sino por la exquisita calidad de su aceite, y con la presencia inmediata del profundo mar azul como telón de fondo.
En el punto donde inicia su ascenso a Can Prom el antiguo camino de Sóller se encuentra rodeado de olorosos granados el viejo oratorio de Castelló construido por los habitantes de este caserío, antaño alquería de Castelló, en los últimos años del siglo XVII. Presenta una bóveda de cañón sostenida por un solo arco. Hoy se nos aparecer semiderruido y desierto y con su puerta, habitualmente cerrada, totalmente podrida. Se desconoce a quien fue dedicado, pero preside el altar una imagen de San Pedro Nolasco y ocupan los laterales sendas representaciones de la Concepción de María y de la Sagrada Familia.
Desde Can Bleda, y con ventaja desde Can Prom, puede gozarse de una espectacular panorámica: las montañas del valle de Sóller, grises y yermas en la distancia, con las ondas heridas de sus abruptas barrancadas, se extienden desde el Puig Major, a la derecha, para unirse con la Serra de Alfàbia."
Archiduque Luis Salvador de Austria. Las Baleares por la palabra y el grabado. Mallorca: La isla. Ed. Sa Nostra, Caja de Baleares. Palma de Mallorca. 1.982.
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