"Se cree que el olivo fue introducido en España por los griegos, que lo llevaron a Mallorca incluso antes del tiempo de los cartagineses. Parece que hasta principio de este siglo (XIX) no se conocía en la isla más especie que la obtenida mediante el injerto de la silvestre o acebuche.
Los olivos mallorquines son muy viejos, y no es raro dar con olivares que datan con toda seguridad de los siglos XVI a XVIII. Con la edad adquieren con frecuencia formas nudosas muy particulares y espectaculares, con sus ramas entremezcladas y a menudo huecas, aunque llenas de vida, circunstancia que ha propiciado la creencia popular de que es imposible dar muerte al olivo.
Para injertar ("empeltar") los acebuches ("ullastres"), práctica común en Mallorca y que contribuye a que con la edad los árboles desarrollen un tronco nudoso y no muy alto, suele recurrirse a dos procedimientos distintos, respectivamente llamados "empelt de muda" (de hendedura o corona) y "empelt d'escudet" (de escudete).
La operación principal en el cultivo del olivo consiste en la excavación ("cavar") alrededor del tronco. Al efecto es excavado el pie de tal manera que se practique un hoyo circular de unos dos metros de diámetro (en mallorquín "garangola"; en español alberquilla) cuyo objeto es recoger el agua de la lluvia y favorecer la humedad de las raíces. Por lo general la operación se realiza una vez cada tres años, de modo que con ese intervalo sean sucesivamente atendidos todos los árboles.
La recolección de las olivas suele hacerse en octubre, noviembre, y a veces incluso más tarde, según la caída del fruto, que no se procede sino a su completa maduración, a no ser que el viento y otras circunstancias extraordinarias den con ellos en tierra antes de tiempo. Con los olivos no se sigue el conocido vareo aplicado a los almendros."
Archiduque Luis Salvador de Austria. Las Baleares por la palabra y el grabado. Mallorca: Parte General. Ed. Sa Nostra, Caja de Baleares. Palma de Mallorca. 1.982.
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