“Entre los naranjos hay una profunda sombra y solo donde los cedros llevan sus frutos enormes penetra el sol ceriondo. El olor de limones y azahar se mezcla con el de las rosas y jazmines que adornan los setos vivos y la cercanía de las casas. Allí sobresalen enormes nogales, allí se colocan en fila árbol tras árbol, perales, membrilleros y manzaneros. Los granados forman un fuerte matorral y de vez en cuando se levanta desde aquel suave verde que destaca fuerte del tono gris verde de los olivos que cubren los pendientes, un plátanos con muchos brazos cerca del agua, cuyas hojas murmuran cuando se acerca la brisa del mar. Algunas veces parecen como empotrados los jardines dentro de las faldas de los valles, siempre regados por una fuente vecina. Los plátanos que pueden ser muy grandes, crecen en las valles cerca de fuentes, donde dan una sombra agradable y extensa.”
“Muchos de los jardines de cedros están allí donde la tierra está más fértil, en medio de las sombras de los bosques de los olivos y debajo de ellos. Otros en cambio están en un lugar sin árboles y protegidos del viento por una fila de árboles: cipreses, madroños y granados. Desde arriba reciben el sol y alrededor los protege el bosque de los olivos y el cinturón de los árboles. Dentro de estos jardines viven en primavera en la maravillosa sombra, aumentada aún por la frescura del bullidor agua vecino, miles de ruiseñores, que rivalizan entre ellos pegando [¿?] eternamente hasta en las horas más calurosas del mediodía. Un olor de flores casi aturdidor sobre todo de flores de limón y naranja sacia el aire. No se sabe a cuál de los sentidos hay que dar preferencia: al ojo, al oído o al olfato. Todos parecen estar unidos en una totalidad harmónica que uno no se da a penas cuenta que el efecto total proviene de tres fuentes.”
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