Santa María, nombre propio de la Catedral, es de fábrica longitudinal, a la que han sido adosados en parte otros edificios. Exteriormente se revela muy modesta. Seis toscos estribos sostienen la nave central, mientras que la parte trasera pentagonal, con aires de fortificación, hace pensar en aquellos tiempos pretéritos en que Eivissa era víctima de constantes asedios. Un portal sencillo de estilo renacentista, construido a primeros de siglo en la parte lateral del templo, da acceso al interior, que, renovado hace ahora aproximadamente cincuenta años, revela su carácter churrigueresco o rococó basto, que no deja translucir siquiera en media mínima el antiguo tratamiento original. De particular mal gusto son los capiteles que separan las capillas laterales y que, erigidos sobre pilares, hacen las veces de nave lateral. Cuatro peldaños ascienden al altar mayor, por detrás del cual describimos tres capillas.
Adosado al extremo Noreste hay un viejo campanario longitudinalmente cuadrangular que se eleva 106 metros por encima del nivel del mar.
Una pequeña escalera da acceso a la terraza que circunda l hasta la pirámide y desde la que se goza de una maravillosa vista. Al pie de la Catedral se extiende toda la ciudad en plataformas sitas a distintos niveles, como si aquella hubiera sido trasplantada por arte de magia a la cobijadora sombra del templo. Hacia el Norte la vista alcanza hasta la llanura que se abre que se abre a espaldas de la ciudad, delimitada en lontananza por suaves colinas y cortada por el largo hilo de la carretera que lleva a Sant Antoni. El verde de las plantaciones y el rojo de las tierras de campo quedan rotos aquí y allá por el moteado blanco de las casitas de payés que destacan marcadamente de su entorno. Hacia el Oeste queda a su vez el Pla de Ses Salines, limitadas al Norte por cerrillos sobre el fondo que presta la mar. Al final de los estanques se eleva el conjunto de colinas que sirve de fondo a la cercana fábrica del Castillo, mientras que por el Sur se abre la mar franca, con el perfil de Formentera cual quimérica visión en el horizonte, y con el cercano Illot d’es Botafoc con su nutrido cortejo de acompañantes de menor entidad; más allá, el tranquilo puerto de Eivissa.
Archiduque Luis Salvador de Austria. Las Baleares por la palabra y el grabado. Primera parte: Las Antiguas Pitiusas. Ed. Sa Nostra, Caja de Baleares. Palma de Mallorca. 1.982.
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