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En el momento que escribimos estas líneas estamos dejando atrás las islas Eólicas. La aventura basada en las obras del Archiduque Luis Salvador no ha hecho más que comenzar. Tenemos aún cinco años frente a nosotros que dedicaremos a la recogida de datos en múltiples destinos.
Las islas Eólicas nos dejan algunas impresiones fuertes y asimismo empiezan a surgir algunas otras, de forma aún más débil, que quizás se acaben de perfilar más claramente al visitar otros destinos.
Habiendo salido de la Isla de Lípari, nos encontramos ahora a la altura de Filicudi y se entremezclan las primeras emociones:
Antes de salir nos hemos despedido de Robi Archetti y de Claudio en Puerto Pignataro (precisamente donde el Archiduque quiso comprar una casa). ¡Qué gran ayuda! Les debemos a ellos gran parte de todo lo que hemos podido realizar en las islas.
Hemos hablado también con Bárbara Calabresi y Gloria que tanto nos ayudaron cuando estuvimos en Panarea y en Strómboli.
Empezamos el camino de vuelta y, ahora, la visión de las Islas Eólicas es muy diferente. Recordamos la ilusión que vivíamos y transmitimos en un primer video, “las siete islas eólicas” (ver el blog, y el “Día 8”, en www.nixe3.com), que realizábamos en el mismo punto geográfico en el que nos encontramos. En aquel momento ya estábamos a punto de vivir un gran salto cualitativo. El salto que va desde la imagen soñada y que precede a la realidad que está a punto de llegar. Ese sueño que todos creamos al leer un libro y que a nosotros nos inspiró necesarimente el Archiduque Luis Salvador. Un sueño que, a veces, se rompe en pedazos al toparse con la realidad, tal como Proust describía con tanto detalle en su “Búsqueda del tiempo perdido”. O un sueño que a veces se queda corto puesto que la realidad nos lleva aún más allá, tal como nos ha sucedido en las Eólicas.
Vulcano se va diluyendo atrás mientras Salina aún se presenta majestuosa. Lípari en el centro se ilumina por el blanco característico de alguna de sus montañas de piedra pómez. La bruma deja a Panarea y a Strómboli como simples suspiros en el recuerdo. Una querida amiga, Carmen Anguís, que ya había estado en las Eólicas, nos decía al partir: “No olvidéis saludar a la Canna”. Ahora comprendemos en su plenitud dicha recomendación. A la Canna, de hecho, sólo se la saluda al partir cuando ya nos ha permitido admirarla de cerca. Al llegar se la intuye únicamente, y uno, en realidad, no osa dirigirle la palabra …
Nos sorprende asimismo el mar. Al llegar se nos presentaba como indefinido, completamente desconocido y, además, embravecido tras varios días de viento “Maestrale” (ver el “Día 16” en el blog para una pequeña descripción del origen de la rosa de los vientos que nos ofreció un viejo profesor veneciano en Salina). Al partir en cambio se nos presenta dócil, con una ligera brisa, más cercano y familiar. ¿Será también algún día para nosotros igualmente familiar todo el mediterráneo? ¿Llegó a ser el mediterráneo el verdadero, y quizás único, hogar del Archiduque Luis Salvador?
Por una de aquellas casualidades “El espejo del mar” de Joseph Conrad se cruzó frente a nosotros al comprar las cartas náuticas en la Librería Náutica de Barcelona. Esta está situada en la calle de la Fusteria, que al igual que todos los oficios de antaño se hallan irremediablemente asociados al devenir de su precioso barrio gótico. Así pues esta partida está también impregnada del Conrad más real y auténtico. Partidas y recaladas, el arte de la navegación a vela, vientos del este y del oeste, y para acabar todo un “Tremolino” de emociones.
Al llegar a Mallorca surge una pequeña impresión adicional. Avistamos en primer lugar la costa de Capdepera. ¡Ah, costa de Mallorca que tanta veces hemos visto! Pero, ¿la habíamos observado alguna vez con el mismo nivel de detalle? Las imágenes de siempre aunque quizás, de forma sutil, hayamos empezado a verlas con unas lentes ligeramente diferentes …
Del sueño a la realidad, pasando por la emoción, y quizás llegando a nuevas formas de ver e interpretar la realidad que se muestra frente a nosotros. Quizás sea este el destino de nuestro camino o, quizás, como sugiere Conrad acabemos por no distinguir más entre partidas y recaladas, o quién sabe si algún día simplemente se entremezclen de forma irremediable sueños, emociones y realidad. En cualquier caso, otro gran salto cualitativo que aún deberemos experimentar.
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