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Cuando la posición del sol indica la media jornada llega para los pescadores la hora de la comida. Los utensilios de cocina que lleva la embarcación se reducen a un tocón de madrea dura ahuecado en el que se echan algunas piedras, carbones, piñas y ramas de pino secas. Prendida la lumbre se coloca un puchero con agua, arroz, algunos pescados frescos, pimentón dulce y algo de azafrán, mientras uno de los presentes, cómodamente echado, cuida del timón, otro aventa el fuego con su sombrero o su gorra, fumando al tiempo de su pipa de barro. Lista la comida, el propietario de la barca, que también lo es de las provisiones, saca de la despensa bajo cubierta una ración de pan moreno para cada uno de los comensales.
Algunos pescados fritos complementan a veces su frugal refrigerio. Saciados, calman la sed pasando de mano en mano una gerra de agua, que rellenan si es preciso de otra similar pero de mayor tamaño, debidamente estirada debajo de la cubierta. Propio es también el dispensarse algún que otro trago de vino de una botella forrada y protegida con un trenzado de mimbre. Se recoge luego todo rápida y esmeradamente y se encienden los pitillos, pasatiempo habitual del ibicenco ocioso.
Archiduque Luis Salvador de Austria. Las Baleares por la palabra y el grabado. Primera parte: Las Antiguas Pitiusas. Ed. Sa Nostra, Caja de Baleares. Palma de Mallorca. 1.982.
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