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“¿Quién no conoce las escaleras de villa Angiolina rodeadas de jazmines, oleandros y elegantes magnolias que llegan hasta una gran altura? ¿Quién no se acuerda con delicia de haber saboreado un exquisito café bajo las carpas durante una bonita tarde, cuando el sol se inclina lentamente hacia el oeste?
En mitad del parterre, se puede admirar un magnífico bosquecito de Chamaerops humilis parecido a la palma mediterránea en abanico y de Chamaerops excelsa. Son las dos únicas especies de palmas – por no citar la Pritchardia filamentosa de crecimiento muy pobre – que prosperan en Abazia, así como en Trieste y que dan, junto con el gran ágave y la yuca, el aspecto de una vegetación meridional, particularmente dentro de la imaginación de los habitantes del norte.”
Archiduque Luis Salvador de Austria, Feuilles volantes d’Abazia, P. Ollendorf, Paris, 1887
En el bellísimo jardín de Villa Angiolina se pueden encontrar infinidad de árboles y plantas, algunas autóctonas y otras introducidas o como decía el Archiduque, indígenas o exóticas. Las más destacadas ya sea por su abundancia o por su belleza son, el magnolio, el palmito, el laurel, el roble, el olmo, el pino o la encina. En cuanto a las flores podemos destacar el jazmín y las rosas.
Justo encima del mar sobre la antigua caseta del balneario privado de Villa Angiolina se hallan un par de robles que se tumban hacia el mar. El grabado que nos dejó el archiduque nos muestra la misma imagen.
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