“La altura bastante llana de la Gradina está ocupada por las grandiosas ruinas del Castillo de Buccarizza, del cual tiene su nombre; son edificios grandes y pequeños, situados uno al lado de otro sin plan, todos sin techo y más o menos arruinados. En las ventanas abiertas crecen plantas de vegetación lozana, malas hierbas de todas clases cubren el declive y por las brechas solitarias penetra solamente el azul eterno del cielo claro o del golfo tranquilo. A su entorno están tendidas piedras dispersas, coronadas de rosas salvajes y otros matorrales en densas masas y de un verdor abundante. Una parte del edificio principal, mirando a la altura del valle de Buccarizza, muestra todavía una torre redonda y arruinada; aquí, en la hora crepuscular, el cabrero se arrima a las lumbreras devastadas en contemplación intima o chasquea reclamando las cabras a su presencia.”
A.L.S.: Buccari, Praga 1871
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