Los domingos
“Los domingos, en Buccari, la iglesia está muy visitada; aquí se apiña todo el circulo elegante del pueblo; señoras distinguidas y vegliotinas robustas o chicas del condado cercano, marineros bronceados por el sol con la frente arrugada y la joven colectividad alegre de los chicos del puerto, con ojos abiertos y entusiásticos. Una vez, en día laborable, escuchamos, resonando en la iglesia, los sonidos poderosos del órgano como durante una misa mayor, pero había pasado el mediodía. Curiosos entramos, suponiendo que Buccari tiene el viejo privilegio de decir una misa a la una. Pero quedamos muy sorprendidos al encontrar la iglesia completamente vacía. Ningún feligrés, ningún organista eran visibles, pero el órgano todavía rugiendo en sonidos salvajes y sin tactos, tocando aparentemente por manos diabólicos. Finalmente, descubrimos en una capilla oscura un hombre viejo, que estaba de rodillas ante el altar; consultado por nosotros, nos explicó con aspecto grave: ´No se extrañe; ese es el sacristán, que siempre que está borracho, celebra así su ebriedad.´ “
A.L.S.: Buccari, Praga 1871
