“La enorme y rojiza pendiente de rapillu del volcán, Sciara d’ ‘u fuocu, está hasta en su borde cultivada de parrales.
Constituye un diabólico placer ver las rocas precipitarse y oír cómo retumba el cráter. Pero uno no se puede acercar sin peligro, y un conocido pescador me contó como él, en una noche oscura, pescando con sus hijos, sólo por un milagro pudo salir ileso bajo un auténtico bombardeo, y ni una sola de la piedras dio en el bote.
Si hace bue tiempo hay que esperar bastante rato, a veces incluso media hora, y los fragmentos de lava son pequeños. Si en cambio amenaza sudeste o incluso suroeste, y una larga onda marina, que precede al viento, rompe al pie del volcán, entonces las materias que expele son muchas y fuertes, y se ve un auténtico mar de fuego descendiendo por los flancos del monte.
En el 1885 la boca el cráter llegó hasta la mitad de la sciara y arrojó puntas de lava a sus pies. El 13 de julio de 1896, a las 4 de la tarde, se produjo una extraordinaria erupción. La columna de humo alcanzó, durante media hora, 300 metros de altura (p.49, p.51)”.
Archiduque Luis Salvador, Islas Lípari, 1895, Traducció Associació Amics de l’Arxiduc, 2008
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