Sóller y Fornalutx (8)

"Sóller es sin duda la localidad más hermosa de la isla, y aún del mundo entero me atrevo a decir, pues reúne todo cuanto pueda desearse: La prodigiosa belleza paisajística del entorno, la feracidad del suelo regado por centenares de riachuelos que descienden de los altos y propician una exuberante vegetación meridional, el límpido aire aromado por los naranjos, el claro y luminoso cielo azul y un clima templado y saludable.

La población, con 4.932 habitantes y 1.069 casas de las que sólo 45 están deshabitadas, se encuentra en el centro de un amplio valle llano que se abre al norte en dirección al mar.

La localidad de Sóller está construida de manera muy densa. Las calles son en la mayoría estrechas, muy sinuosas y empedradas. Tres son las más importantes, acceso a su vez a la localidad: el Carrer de Palma que conduce a la carretera de la capital, el Carrer de la Lluna que lleva a Fornalutx, y el Carrer de la Mar en dirección al puerto, convergentes todas en la plaza principal. Las casas de Sóller carecen en su mayoría de enlucido y muchas suplen los canalones por una simple inclinación de la cubierta (aiguavés). Abundan las de tres plantas, en número de 746; las de dos son 223 y 41 las de una sola planta, ascendiendo a 59 las de cuatro. Muchas presentan una entrada en arco de medio punto, que se hace escarzano o rebajado en las más modernas. Las hay con alero, y otras con voladizo de dos o tres hileras de tejas encima de la puerta de entrada. En la cara inferior de este en algunas de las más antiguas, las tejas están a menudo esmaltadas de manera diversa. En las paredes exteriores abundan las hornacinas con imágenes de santos, y en la calle principal damos con las diferentes estaciones del vía crucis en baldosas de cerámica.

Dos son los puentes que salvan el torrente, el Pont de Sa Plaça con arcos rebajados de Pedra de Santanyí y muros de piedra, y algo más arriba el Pont de Can Fiol. Junto al primero se encuentra la indefectible Plaça de la Constitució, jamás ausente de ninguna localidad, que hace las veces de mercado de frutas y verduras y que en verano acoge los bailes públicos que se celebran con ocasión de las festividades; también sirve de marco al mercado anual del segundo domingo del mes de mayo. El lugar es amplio, y en su centro se encuentra un espacio cuadrangular rodeado de árboles destinado al paseo, con un surtidor en el medio. La casa consistorial se encuentra a la derecha, u adosada a ella la carnicería con sus tres arcos de medio punto que forman un pórtico.

Da a esta plaza la fachada principal de la iglesia parroquial, que se cree erigida en el año 1236 por el pavorde de Tarragona, Ferrer de Sant Martí, quien como dotación le asignó los censos que le habían sido otorgados en el término de Sóller.

Un arco de medio punto abre paso desde la plaza al cercado que rodea la fortaleza, por una rampa que asciende a la iglesia sita en un plano algo más alto. El fuerte en sí consiste de un alargado cuadrilátero una de cuyas esquinas está ocupada por la iglesia parroquial, cuya parte trasera con la sacristías sobresale un tanto y es superada por su torre techada que, en la parte superior derecha del templo, alza sus cuatro plantas, las dos últimas abiertas por un arco ojival. En diagonal, o esquina contralateral, se eleva la vieja torre cuadrangular de la antigua fortaleza, asimismo sobresaliente y donde se conservaba el Arxiu de la Cúria Reial.

Un portal de finales del siglo XVIII abre laso al interior. Este forma una nave de 37 metros de largo por 15 de ancho sostenida por siete arcos ojivales entre los cuales, las nervaduras, que arrancan de una robusta cornisa dentada, se reúnen en sencillas claves de bóveda; entre los arcos se abren las ventanas. La cornisa es sostenida por siete columnas lisas con pesados capiteles románicos. En cada lateral hay cinco capillas en arco de medio punto e interior en bóveda de crucero; la segunda de la derecha, anticuada pero no fea, es la del Santísimo Sacramento y aparece coronada por una cúpula sobre cuatro arcos de medio punto, cutas ocho cinchas descansan sobre consolas con cabeza de ángel.

La capilla del altar, en forma de concha, presenta unas pilastras desnudas y rústicas y un zócalo perimetral de mármol rojo.

A espaladas de la iglesia parroquial damos con la llamada Plaça de l’Arraval, con una zona central algo más elevada para paseantes, antaño sombreada por ocho olmos y hoy mejorada con la adición de unos bancos u más árboles. Si desde la iglesia seguimos en cambio el curso del torrente por la calle donde se encuentra la posada, modesta pero limpia, con un gran comedor que también se usa para bailes, al poco llegamos al Castellet, una de las casas más bellas de Sóller, construida en 1606 y perteneciente al poeta Pons i Gallarza. Muestra una sólida y pintoresca fachada con una torre a la izquierda y desván con columnas octogonales. Un arco de medio punto da acceso al sombrío patio con amplias cuadras, otrora necesarias dado que la casa hizo un tiempo las veces de hostal de carreteros; cuenta asimismo con un vasto Hort. La casa ocupa una bella posición dominante en el centro de la localidad con amplias vistas sobre el torrente. Otra igualmente bella es la que pertenecía a Andreu Rubert. Queda a unos pasos de la plaza, a mano derecha si ascendemos por el Carrer de la Lluna. De exterior sencillo, posee un patio interior muy hermoso de estilo semejante al de los zaguanes de Palma con sus grandes arcos escarzanos soportados por columnas de mármol encarnado, con un pozo en el centro.

# Una de las panorámicas que mejor traducen la riqueza del valle de Sóller es la que se obtiene del camino al puerto, distante apenas media hora de andadura y al que conduce una buena carretera a lo largo de un Torrent que discurre por el centro de aquel. Al efecto dejamos la localidad por el Carrer de la Mar y avanzamos entre naranjales delimitados por muretes, para aproximarnos al torrente orillado de vigorosas cañas, sobre todo en la margen derecha, y seguirlo un trecho antes de salvar el cauce por un puente de arco, el Pont de la Mar o de La Batalla, en el que habrá de desembocar la nueva carretera de Deià. El segundo de los nombres recuerda la batalla librada y ganada aquí por el capitán Angelats, victoria que se recuerda y celebra en el pueblo cada año.

Justo donde el peñascal de la Mola da con la confluencia de la carretera con el pedregoso sendero del puerto se encuentra el castillo del Port de Sóller que data del siglo XVI. La desolación consiguiente a la incursión berberisca del corsario Dragut en el año 1542, con su secuela de pillajes, destrucción del oratorio de Santa Catalina y la sangrienta batalla que a duras penas liberó la localidad, hizo que el entonces gobernador de Mallorca Don Felipe Cervellón pensara en cómo evitar un segundo ataque. Y así fue como a expensas de los habitantes fue iniciada el 6 de enero de 1543 la construcción de un castillo bajo la dirección de Mestre Torres. Ya en mayo de 1545 estaban tan avanzadas las obras que fue posible instalar los cañones, lo cual tuvo efecto en agosto de aquel mismo año. Cinco años más tarde y en consideración de lo acaecido en Génova por obra del asimismo Dragut, fueron construidas las cisternas y más obras de defensa, que el 11 de mayo de 1561 impidieron que el ejército moro de Occhiali desembarcara en el puerto de Sóller.

El castillo, que corona un pequeño otero rocoso poblado de chumberas entre las que crecen algunos algarrobos, se configura en su parte trasera como torre redonda ligeramente terraplenada de 9 varas de diámetro, con líneas de aspilleras a tres alturas. Presenta una escalera exterior y un puentecillo de madera. Campean sobre la puerta las armas d Sóller y encima las de Aragón, sobre las que una cornisa perimetral muestra la inscripción: Any 1545, Saca Balo prese Frastio. Una cámara con bóveda en forma de cúpula servía de alojamiento a los soldados. Una escalera de caracol descendía a la vivienda del gobernador, por debajo de la cual se encontraba el calabozo.

Desde el alojamiento de la soldadesca conduce otra escalera de caracol al terrado de la torre, do hormigón y con un parapeto de 7 pies de grueso, con baluartes varios, más anchos para los cañones y menos para otras armas. Tres son los que aparecen en la parte trasera y 7 en el muro superior. Y la escalera de caracol es dominada desde una aspillera que defiende su entrada. La imagen que desde aquí se ofrece de la boca del puerto y de los dos faros contrapuestos del Cap Gros y de la punta de Sa Creu es extraordinariamente bella.

Avanzamos por la carretera en dirección al Moló (rompeolas) del puerto damos a pocos pasos por detrás del torrente con algunos pinos marítimos de buen tamaño que crecen próximos a la playa y a cuya sombra, junto a una gran Porxada, se construyen embarcaciones. Al poco aparecen las casas de la barriada del puerto, las más alineadas entre la carretera y la ladera rocosa, la primera en una cota algo más baja que las restantes. Un hermoso pino vierte su sombra sobre esta, que presenta un amplio porche delantero. Las casas, quizás en número de 30, bien construidas y cómodas nada tienen que ver con las míseras barracas que las precedieron, y hoy traducen el quedo bienestar de los pescadores y gentes del mar. Casi al final de la calle, cerca de una alegre taberna y sala donde los viajeros de la diligencia gustan de reunirse, se encuentra la iglesia de San Ramón des Port o San Raimundo de Penyafort, a la que ascienden unos bastos escalones desde la carretera.

Casi enfrente de la iglesia nace el rompeolas a cuyo abrigo se acogen las embarcaciones costeras, cerca del puesto de sanidad. La carretera llega hasta él y más aún, hasta la punta de Sa Creu, donde se alza el faro de igual nombre. Contrapuesto al Moló, al oeste de la desembocadura del Torrent de la Mar y al pie del promontorio rocoso del Cap Gros coronado por su faro, se encuentra el hoy abandonado lazareto.

Si desde Santa Catalina ascendemos a las lomas rocosas aquí y allá salpicadas de pinos, al poco damos con el paso de la Coma del Cingle y con la panorámica compuesta por un gran muro roto en tres puntos, los cantiles que caen sobre el mar, los escarpados de Santa Catalina y el prominente Cap Gros con su faro. Dicho muro sirve en invierno para apriscar las cabras cuando hace frío. En este alto poblado de chumberas se encuentra la torre Picada que data del siglo XVII. Con miras a impedir el desembarco de la Cala de Les Puntes, como hicieran los piratas argelinos en el año 1561 después de haber sido desechados del puerto de Sóller por el fuego abierto desde el castillo, los Jurados decidieron erigir ahí una torre que en su opinión podía ser eficazmente defendida con muy pocos efectivos.

El camino de Fornalutx parte del Carrer de l’Alqueria del Comte y discurre entre naranjos, pasa junto a un pequeño molino de agua, nogales y viveros de jóvenes naranjos, y después de seguir el curso del Torrent de Fornalutx, lo salva repetidas veces por otros tantos puentes: en primer lugar el Pont de Binibassí, al que más adelante sigue otro junto a un nuevo vivero de agrios, y un tercero rodeado de bancales de naranjos.

El camino vuelve a alinearse con el pedregoso cauce, cuya orilla opuesta guardan de nuevo los naranjos. Y justo ahí, en la ladera de la izquierda de la colina coronada de olivos se encuentra la Possessió de Binibassí, con la huerta de naranjos amargos que antes de la enfermedad se tenía en la isla por la que suministraba los mejores frutos. Binibassí, nombre con resonancias árabes, la antigua Apieibassa, ocupa uno de los lugares más hermosos de Sóller. Un camino empedrado a la antigua usanza asciende todavía a la casa: extensa, con un portalón en forma de arco de medio punto con escudo de armas, torre techada cuadrangular dominándolo, frente con tres ventanas y patio interior irregular. En lo alto un campanario con su campana. Las estancias son cómodas, la sala espaciosa, y el Terrat cubierto, soportado por cuatro pilastras octogonales y una columna, ofrece una espléndida panorámica del valle de Sóller desde Biniaraix hasta Son Angelats. No menos encantadora es la vista sobre el camino del Barranc, Biniaraix y los farallones de la Serra, y otro tanto cabe decir de la que se abre de la parte del Coll de Sóller. Un majestuoso sauce llorón acompaña a un emparrado con vistas al Barranc.

Fornalutx es una población muy pequeña que no empezó a tener vida propia hasta 1812 y sólo fue declarada villa independiente de Sóller en 1830. Cuenta con 903 habitantes y 256 casas, de ellas 39 deshabitadas. Construidas en la ladera, casi todas son de una sola planta, salvo seis de dos, y en su mayoría oscuras, con entrada de arco de medio punto y casi sin excepción desprovistas de todo enlucido o revoque. Dan a callejuelas escalonadas que se extienden arriba y debajo de la ladera. La principal es el Carrer Major, que destaca contra el fondo gris de la alta montaña; desemboca en la Plaça Major, con un pozo en el centro, que lo es a su vez de la localidad. Da a ella la iglesia, construida con casi toda seguridad entre 1330 y 1365 por las propias gentes del lugar bajo la advocación del Nacimiento de maría, o como se dice más bien en Mallorca, La Mare de Déu de Setembre. El exterior es modesto extremo. El portal principal presenta un dintel liso; a la derecha, sobre la Plaça Major se abre otro, gótico, y por detrás de este se alza la torre cuadrangular con cubierta a dos aguas. El interior sigue siendo sencillo, con una bóveda de cañón sostenida por cuatro arcos, pesada cúpula octogonal, capilla del altar mayor en bóveda de cañón y tres capillas por lado en forma de arco de medio punto, la segunda de la izquierda rematada por una cúpula. El coro se encuentra encima de la entrada.

Junto a la iglesia se encuentra la vieja casa de Joan de Montcaire, con torre cuadrangular, aspilleras y portal en arco de medio punto que da a un patio interior.

A la altura de Fornalutx, pero del otro lado del valle se encuentra Biniaraix, junto a la desembocadura del pintoresco Barranc. El lugar, aunque es pequeño, es visible desde gran distancia ya que ocupa la cima de un cerro y destaca por el luminoso blanco de la torre de su iglesia. Lleva a él un ramal que arranca del camino de Fornalutx, discurre junto a un huerto de naranjos al lado de un arroyuelo y, atrás unos bancales poblados de olivos, llega a la localidad, que queda a mano derecha.

Biniaraix, con 467 habitantes y 124 casas, se rodea de huertos de naranjos que se extienden largo trecho ladera abajo y dista 2,7 kilómetros de Sóller. Las casas son pequeñas, oscuras y con puerta en arco de medio punto.

La iglesuela mide unos 22 metros de largo por 8 de ancho; se configura en forma de bóveda de cañón sobre arcos que arrancan de pilastras lisas; la capilla del altar mayor, de fondo angosto y ara moderna, está presidida por la imagen de La Concepción de María, titular del templo. Hay además sendas capillas a cada lado. En uno de los altares se encuentra una bella representación de Santa Catalina.

Entre las excursiones que cabe emprender desde Sóller ninguna es seguramente tan gratificante como la que nos lleva al coloso de la isla, el Puig Major de Sóller o d’En Tortella. Cuatro horas buenas lleva la empresa que, no osbtante, puede coronarse a lomos de caballería hasta la misma cumbre."

Archiduque Luis Salvador de Austria. Las Baleares por la palabra y el grabado. Mallorca: La isla. Ed. Sa Nostra, Caja de Baleares. Palma de Mallorca. 1.982.

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