De Andratx a Banyalbufar (4)

"La cadena montañosa de Mallorca que se extiende sin solución de continuidad desde el Freu de Sa Dragonera hasta el Cap de Formentor muestra en su vertiente norte uno de los paisajes más hermosos de la isla. Exuberante y harto accidentada desde la Dragonera hasta Tuent, en lo sucesivo se hace más rocosa y salvaje hasta la punta fantástica del Cap de Formentor. La ruta de la Corniche y los acantilados de Sorrento y Amalfi apenas pueden competir en belleza con sus primeros tramos.

Dirijamos nuestros pasos, pues, desde Andratx hacia el oeste en busca de Estellencs.

El camino asciende por la Coma Freda, justo por detrás de la Font, al pie de la colina coronada de molinos. Dejamos a la derecha la pequeña Possessió de Son Miquel y atravesamos unas hermosas plantaciones de olivos y algarrobos. El camino, bastante bueno, describe aquí tres curvas desde las que se domina el valle de Andratx. Ya en la cumbre, queda a la izquierda una pintoresca vaguada de rocas y el camino que discurre por el valle de la Coma Freda, de colinas trabajadas en bancales con olivos y algarrobos, entre los que se dispersan algunas casas rodeadas de chumberas y naranjos al pie de los altos cubiertos de pinos.

Salvamos el collado que guardado por colinas coronadas de pinos forma una llanada convertida en bancales de sembradío e iniciamos el descenso, interrumpido hacia la mitad por la presencia de una fábrica de yeso llamada Gramola. Palmitos y carrizos hacen ahora suyo el exquisito suelo rojizo, salpicado aquí y allá de bloques de yeso que llegan hasta la misma carretera.

Descendiendo un poco más descubrimos una imagen singular: de uno y otro lado, las voluminosas montañas que cierran el valle; algunas cabañas en el fondo de este; y en su extremo, en medio de la llanada, no lejos del mar, un cerro de forma casi perfectamente cónica. A la derecha se abre otro valle por cuya ladera de esa mano avanza ahora el camino por suelo muy rojizo en dirección a la imponente Mola de s’Esclop.

Camino a delante damos a mano derecha con bancales donde crecen numerosas hogueras y con un manantial, Sa Font de ses Fontanelles. Queda a la izquierda un angosto paso por el que la vía, a lo largo de un arroyuelo llamado Torrent des Corral, conduce hasta un impresionante valle cuya extensión sólo puede abarcarse desde lo alto de Sa Mola de s’Esclop. Exuberantes lentiscos se han adueñado del espacio libre entre los grandes bloque de roca amontonados entre sí sin orden ni concierto. Justo donde se abre una cueva salvamos el cauce que sigue curso valle abajo entre rocas y avanzamos por las estribaciones de unas colinas acribilladas de oquedades y cuevas. Es fantásticamente salvaje la imagen que de la distante cala brinda la empinada ladera desde ese valle conocido como Sa Coma des Corral Fals. Alternan los lentiscos con los palmitos y con lacerantes matojos. La parte inferior de la Coma, hacia la cual serpentea un rato la senda, aparece poblada de pinos de considerable tamaño.

Una suave ascensión nos da acceso a Sa Coma dels Aljubs, vaguada rocosa muy abrupta atravesada por un Torrent y en cuya vertiente izquierda se alza la montaña llamada de la Moleta. Este torrente, por trechos enmascarados por viejísimos lentiscos, define la linde entre las comunidades de Andratx y Estellencs.

Llegamos al Puig des Castellet que domina la totalidad del valle de Estellencs. Una vereda escalonada en muy mal estado inicia el descenso, y donde describe dos curvas bordeadas de pinos en forma de monumental parasol nos detenemos para abarcar con la mirada la localidad entera.

 

Estellencs, una de las comunidades más pequeñas de Mallorca, se encuentra donosamente ubicada al pie de la montaña dando frente al mar. Cuenta con 562 habitantes y 155 casas, 18 de ellas deshabitadas. Escabrosas callejas aquí rasadas allá con escalones, ora apisonadas ora con adoquines, salvan arriba y abajo las desiguales costas. Las casas son en su mayoría de una sola planta, 57 poseen dos y sólo 4 tres; de color oscuro y paredes sin enlucir, presentan puertas mayoritariamente rectangulares, aunque las hay de arco redondo.

La vieja torre de Can Telm Alemany, otero que se eleva 151 m. por encima del nivel del  mar y sólo supera la hermosa palmera que crece a su lado, guarda el recuerdo de aquellos tiempos en que los berberiscos amenazaban ese pacífico asentamiento. La parte alta del pueblo recibe el nombre de s’Arraval.

Estellencs es bastante rico en agua. A los pies del pueblo se extienden algunas terrazas bien cultivadas con hortalizas, almendros y otros árboles frutales. También ahí se encuentra, adosada a una casa, la torre llamada d’En Jeus, entibada en su parte superior, con techo de tejas y una pequeña puerta en la base. Hoy se tiene la intención de comunicar Estellencs con Andratx, lo cual reportaría asimismo gran beneficio a Banyalbufar.

El pequeño Port d’Estellencs, como se da en llamar la cala cercana, merece una pequeña excursión por nuestra parte.

Pintoresca y curiosa es la imagen del riachuelo precipitándose por los bancales coronados de capas rojizas de una brillante piedra arenisca que proporciona excelentes muelas, aquí llamadas Pedres Esmoladores. Las mejores se extraen por detrás de una roca en forma de colmillo que destaca entre las demás. Del otro lado del torrente nace una fuente, al pie de los bancales más próximos a la umbrosa playa.

De nuevo en la carretera de Banyalbufar dejamos a la izquierda la casa de Serral Blanc y luego la de Es Millar con sus naranjos y palmas. Bordeando el valle sigue el camino al pie de los bancales plantados de olivos hasta casi la cima del Collet.

 

 

La carretera de Banyalbufar asciende ahora a los altos despidiendo por la derecha un pequeño ramal que a lo largo de un torrente se dirige al Putxet, privilegiado otero sobre la vecina Son Serralta y el más distante Puig de s’Hereu, como surgido del mismo mar, y de las cumbres de la Serra con el dominante Puig de Galatzó, mientras que Estellencs queda oculto ahora popr numerosos olivos y algarrobos inmediatos. Crecen en el lugar un olmo y dos almeces, y en el reloj de sol que lo adorna se lee la inscripción: “Nascor cum Sol oritur. Morior cum Sol moritur”.

La casa, que posee una Tafona con una Biga y recibe un venero que a menudo se seca, se encuentra rodeada de almendros. Una senda lleva a la vecina Son Serralta, antigua casa oscura de majestuoso aspecto, con entrada de arco guardada por aspilleras. Había antes una capilla, hoy en ruinas. Del patio pavimentado arranca una escalera, ya tapiada, en el rincón izquierdo. La casa goza de una espléndida vista del Puig de Galatzó y las montañas circundantes, sólo mejorada quizás desde Son Serralta de Dalt en cota superior.

No es menos hermosa la vista que se ofrece desde la misma carretera y que bancal tras bancal alcanza hasta la escarpada torre del Verger. La vía progresa por una hoyada repleta de encinas y asciende al poco suavemente por un denso pinar sobre manto de palmitos y matojos al que fondo el azul del mar. Rodeamos el valle de la Font de sa Menta por una ladera de escuálidos pinos a los que, del otro lado, se oponen algunos algarrobos. Y hete aquí la casa de la Font de sa Menta, manantial que brota de una grieta rocosa que en el fondo del valle progresa luego como un cortado con la orilla izquierda desmoronada al pie de un chopo y un macizo de lentiscos.

Un poco más adelante encontramos otra fuente, alimentada también por dos veneros, pequeño y profundo el primero, que nace entre helechos de la variedad llamada cabellera de Venus al pie de un nudoso arrayán, mucho más alto el segundo, nascente en medio de las cañas. Ante nosotros se encuentra la agreste torre del Verger coronando unos cantiles que caen a pico, y a nuestras espaldas se divisa el redondeado Puig de ses Cabres con el mellado perfil de la Dragonera al fondo.

El lugar es paradisíaco, uno de los más bellos de la isla, sino el que más, me apresuro a decir, pues la vista que desde él se ofrece, vastísima, abarca por un lado toda la costa hasta el escarpado perfil de la Dragonera, y por el otro toda la línea del mar hasta el Cap Gros de Sóller. En verdad que no cabe concebir paisaje más armonioso e impresionante que el primero de los descritos. Todas las veces que lo he visitado me ha conmovido su prodigiosa belleza, como recién descubierta; tanto así, que al fin hice de mi propiedad ese lugar único.

Banyalbufar cuenta con 461 habitantes y 128 casas, 7 de las cuales están deshabitadas. Es más pequeño pues que Estellencs, pero más hermoso y risueño por su proximidad al mar, cuya superficie azul se nos ofrece sin límites a la vista.

Casi enfrente de la Baronía, en la misma carretera, encontramos a mano derecha la pequeña iglesia de Banyalbufar, sufragánea de la parroquia de Esporles, comunidad de la que antaño era dependiente asimismo el municipio que hoy nos ocupa. El templo original parce haber sido erigido en 1417 y como el actual, que data de 1690, dedicado a la Natividad de la Santísima Virgen. El ruinoso estado de la pared principal del lado derecho a consecuencia del terremoto de 1841 hizo que se decidiera su demolición y reconstrucción a expensas de la reina Isabel II mediante limosnas recogidas entre los habitantes, en particular del general don Fernando Cotoner. El interior nos presenta una bóveda de cañón cuyos arcos descansan sobre sendas columnas lisas con capiteles esculpidos, que también dan soporte a la pesada cornisa. Estos pilares separan asimismo las capillas laterales, tres y tres, con sendas aras, tan anticuadas como la del altar mayor que se estrecha hacia el fondo. En el arco de triunfo se lee la fecha de 1690, y preside la entrada del coro, encima de dos capillas. En la sacristía se conserva un hermoso cáliz adornado con el signo de la pasión de Jesús y de la Santísima Virgen, en el que además puede leerse la inscripción: Banyalbufar 1565.

La localidad de Banyalbufar presenta una construcción muy apretada, con 43 casas pequeñas, oscuras, de una planta con puerta en arco de medio punto, entre las que median densas y pintorescas plantaciones de chumberas o destaca la presencia de alguna que otra majestuosa palmera. Es curioso que los voladizos que cubren la puerta de entrada no caigan hacia el frente, como en Estellencs, sino que lo hagan a uno y otro lado, con cubierta de tejas y cara inferior de tablones, también sostenidos por tirantes leñosos. Las callejas del pueblo, salvo la carretera que lo cruza en su totalidad, son estrechas, abruptas y escalonadas.

Una bonita excursión es la que lleva desde el Rafal de Planícia a la Mola del mismo nombre. Justo por encima de la última de las casas citadas se extiende entre pinos un cuidado viñedo. El camino que lo bordea describe una curva ascendente hasta la casa de Planícia, que posee una Tafona con dos Bigues y se encuentra ya en la linde del bosque, junto a un enorme bloque de piedra, con algunos olmos y almendros vecinos y una excelente panorámica de plantaciones de olivos a sus pies, del bosque inmediato y de la más distante Mola de s’Esclop. A los pies de la casa discurre el camino a Puigpunyent que se une al que con igual destino viene de Estellencs y atraviesa el bosque de Son Fortuny. Recorremos parte de él antes de trasponer una pintoresca garganta para tomar la empinada senda que asciende al bosque de Planícia.

Los 932,87 m. de altura de la Mola ofrecen una vista única. Quedan a nuestros pies los valles de Puigpunyent, Esporles y Valldemossa y toso el llano, en tanto que la Mola des Verger nos oculta la ciudad de Palma. NO menos encantadora es la panorámica de la costa con los promontorios de la torre de Valldemossa, de la Foradada, de la torre de Deià y del Cap Gros de Sóller, mientras que del otro lado queda el Puig de Galatzó a cuya derecha se yergue la majestuosa Mola de s’Esclop, el vecino Cap des Puntals con los bosques pertenecientes a Planícia y más allá el valle de Estellencs y estribaciones inferiores.

Y ya en el alto que domina s’Àliga, se contempla la accidentada costa en perspectiva aquí especialmente hermosa. Luego el camino desciende por un terreno pizarroso plagado de piedras sueltas y más adelante, entre altas paredes de conglomerados, por un bosque de pinos. Rodeamos el escarpe rocoso del Corral Fals, a cuyo amparo se acogen a menudo las ovejas, y solazamos nuestra mirada en la contemplación de la blancuzca punta de s’Àliga con sus grandes y prominentes mellas cual ominosos dientes.

Traspuesto un alto poblado de pinos, llegamos a la casa de pescadores del Port des Canonge, junto a la cual ha sido construida recientemente otra, de mayor tamaño y blanca de cal, a cuya playuela vienen a romper las olas. Este apacible lugar, con sus barcas al amparo de los rojos escarpados, constituye un rincón tan gracioso como pintoresco. Desde el Port des Canonge orilla la costa una senda que lleva al Port de Valldemossa."

Archiduque Luis Salvador de Austria. Las Baleares por la palabra y el grabado. Mallorca: La isla. Ed. Sa Nostra, Caja de Baleares. Palma de Mallorca. 1.982.

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