El verano en Itaca

“Las cigarras chirriaron, y acercándose a la isla, parecía como retumbase desde cada árbol, cada seto y cada roca una voz de cigarra como un himno gigante cantado al calor y al verano. Pasaba el verano entero en Ítaca, un verano lleno de sol y el doble azul del cielo y del mar. Un día más hermoso que el otro; durante una noche cayó un poco de lluvia, los otros días ni una nube en el cielo claro y la certeza de tener mañana un tiempo igual de bonito que ayer.

Hacia todos los rincones y puntas recorría la isla por el agua y por la tierra, bordeaba sus cabos donde la brisa del mediodía hacía olas alegres y alborotados, escuchaba el murmullo de sus cuevas, descansaba en sus ensenadas profundas en la sombra de las montañas o subía a sus alturas, donde verdea el monte bajo o donde entre rocas gigantes trepa la viña y la mirada extravía hacia la península y las islas cercanas.

Así nacieron estos bocetos, trazos sin color en comparación con la brillante verdad. Como el botánico que guarda las flores bonitas que encuentra, dentro del herbolario, secas, sin forma ni brillo, los reconoce sin embargo, así deberían estas hojas servir para animar a algunos a descubrir estos paisajes soleados con sus propios ojos; paisajes que ningún pincel puede copiar, ninguna pluma describir.”

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