Al final del verano está todo seco. Solo las zarzamoras llevan las frutas negras y brillantes al mismo tiempo que algunas flores rosadas. Si viene una suave lluvia nocturna todo empieza a moverse. Los arbustos sacan flores nuevas y las hojas secas parecen a revivir.
Una de las primeras flores con mejor olor es la zarzaparrilla (Smilax aspera) que cubre los setos vivos. Ya a final de septiembre se puede ver junto al Rubus [el género Rubus agrupa a especies de plantas pertenecientes a la familia de las rosáceas] que también suele florecer más pronto.
Las hojas enrolladas de salvia y Cistus [= jara blanca] se desarrollan poco a poco y la Scilla marítima [= escila o cebolla albarrana] levanta lentamente su largo tallo con las pequeñas florecitas blancas en forma de estrella. Son los primeros anuncios del tiempo de la lluvia, la nueva estación de florecer, la segunda primavera o la primavera invernal, como se suele llamar aquí correctamente.
Por aquí y por allá empieza la Inula viscosa [= olivarda] a abrir sus flores amarillas y dentro del monte bajo destaca el madroño con toda su belleza de flores blancas en forma de campanillas y frutos rojos como un coral.
El invierno es gracias a los numerosos arbustos verdes, que se adornan con frutas del bosque, casi igual de bonito que el otoño.”
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