Los payeses ibicencos son gentes alegres y bonachonas, y es de todo punto incierta la afirmación de tantos pescadores paisanos y mallorquines en el sentido de que son “peores que los moros” ( pitjor que es Moros). Pese a su ignorancia, el hombre del campo no se le advierte el menor rasgo de dureza. Es más, al igual que todos los españoles, hace gala de enorme cortesía y se adorna de la hermosa costumbre de la hospitalidad, tanto o más que el resto de habitantes de la isla. El visitante es recibido con suma cordialidad a cualquier hora, y obsequiado sentidamente y sin reservas con todo lo que esas buenas gentes poseen, que es más bien escaso.
Los ibicencos son fundamentalmente gente muy trabajadora, e incluso las mujeres participan en grado nada despreciable en las labores del campo, si bien a ellas quedan reservadas las faenas menos pesadas, como recoger la fruta y sacudir los almendros y algarrobos.
Hecho el repaso de las virtudes de los ibicencos, que son las más, no debemos sin embargo ignorar algunos de sus defectos. No en balde pertenecen a un pueblo, el español, tenido por orgulloso. La propia estimación es en todo un rasgo preponderante que, no cabe duda, causa impresión cierta a terceros.
Archiduque Luis Salvador de Austria. Las Baleares por la palabra y el grabado. Primera parte: Las Antiguas Pitiusas. Ed. Sa Nostra, Caja de Baleares. Palma de Mallorca. 1.982.
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