De Lluc a Pollença (11)

29/01/2014 9:43:13

"Tres curvas describe la carretera que lleva al Coll, a cuya derecha se abre el valle de Menut dominado por el Puig homónimo conspicuo en mitad del bosque.

Surge a la derecha el Puig de Muntibudell, cerro cónico con la famosa encina de Mossa cuyo tronco muy ramificado aunque medio muerto alcanza un diámetro de 9 metros. La casa de Son Alzina se ubica al pie de una colina rocosa. Una vez franqueadas dos barreras avanzamos entre acebuches, discurrimos a lo largo de una avenida de olivos y ya por terrenos sumamente pedregosos llegamos a la blanca casa de Femenia, al pie del Puig Caragolí, al oeste del cual se alza notable y notorio el Puig Roig de 1.002,93 m. de altura.

El sendero prosigue por la parte alta del Hort en busca de Femenia, dejando atrás los frutales que engalanan a aquel, y salva un Coll desde el que se domina el valle que se abre al pie del Puig Tomir y de la cuculla de Fartàritx para acoger encinas que despuntan entre las rocas y olivos que se alinean en los campos. Torcemos a la izquierda y divisamos el Puig de la Mare de Déu de Pollença y el Cap Pinar. Unos pasos más y la mirada abarca ya la totalidad del valle de Son Marc, la Fortalesa d’Albercutx, el Puig, el Cap del Pinar, la cuculla de Fartàritx y, en primer plano, la elevada loma del Pujol de Muntanya a modo de límite rocoso de la llanada.

 El sendero desciende ahora bruscamente entre paredes de piedra y acebuches en dirección a Mortitx, siendo al poco relevado por otro, no menos accidentado, escalonado y con basto pavimento, que a través de hermosas plantaciones de higueras nos conduce al Clot, donde hay una casita. Alrededor, rocas estriadas por efecto de la lluvia; enfrente una extensión de tierra muy feraz. Carente el valle de salida, no es raro que en ocasiones se inunde de agua hasta la altura de un hombre. La imagen del aquí muy conspicuo Puig Tomir acompaña nuestro descenso por los olivares a lo largo de las estribaciones más bajas del Clot hacia la cada vez más próxima Mortitx.

El Puig Tomir presenta unas laderas inicialmente muy pedregosas, luego de abruptas paredes rocosas apenas vestidas por alguna gran encina solitaria y totalmente yermas en la cumbre. Desde la cima se goza de una extensa panorámica del Puig Major y sus estribaciones hasta el Puig de Cosconar, y del Puig Roig con el valle de Femenia y Binifaldó.

Siguiendo nuestro camino de Binifaldó en dirección a Pollença pasamos por detrás de una fuente, y entre encinas, viejas higueras y olivos aparece aún otra, mientras nuestra vista se alboroza en la contemplación del Puig Tomir y Puig Major, en la distancia, y del exuberante y vigoroso bosque de encinas y pinos en parte vestidos de luengo musgo.

Dejamos a la izquierda un sinuoso camino escalonado y pedregoso que progresa entre encinas y pinares en dirección a la Possessió llamada Muntanya, finca que recibe el agua de una fuente que alimenta un Safareig a más altura. La edificación es sencilla, con cubierta a dos aguas. En los numerosos Horts dispuestos en bancales a uno y otro lado de la misma crecen cerezos, naranjos, algarrobos, higueras y granados, amén de variadas hortalizas. A los pies de la casa, en cambio, se extiende una gran plantación de chumberas, por detrás de las cuales una vasta llanada acoge innumerables olivos.

La trocha se aproxima de nuevo a la linde del bosque y nos lleva al apacible paraje conocido como Vall d’En Marc, poblado de olivos, algarrobos e higueras, entre los que se intercalan numerosos peñascos de roca caliza.

Surge a nuestra izquierda un grupo de casas, la Clastra de Son Marc, donde hay una pequeña capilla con bóveda de doble crucero y altar renacentista. Son Marc presenta un amplio patio interior, ventanas con balaustres y una puerta cuadrangular, al igual que un hermoso huerto de naranjos.

Vemos a nuestra izquierda la propiedad llamada Es Casals, en lo alto de un otero cubierto de rudas. Prosigue el camino por la derecha entre bloques de piedra y asciende sinuosa y cansinamente en dirección a Pedruixella Gran. Desde Sa Cova d’Enmig, donde se encuentra un gran peñasco desgajado del farallón, se goza de una espléndida vista de aquella propiedad y del valle totalmente poblado de olivos en el que desemboca el Torrent des Casals. Sigue el camino por la izquierda en busca de Pedruixella Petit, asciende de nuevo hacia Pedruixella Gran, antiguo Rafal de los tiempos de la conquista.

En una cota más baja se abre el valle de Pedruixella Petit con la propiedad homónima en su centro, rodeada de hermosas plantaciones de olivos e higueras dominadas por dos grandes formaciones rocosas respectivamente llamadas Sa Pedra Roja y Es Castellet. Frente a la casa, con arco de medio punto a la entrada, ventana con balcón de balaustres y torre con cubierta muy inclinada a la derecha, se yerguen dos viejos naranjos y un limonero, mientras que en la parte trasera se encuentra una fuente y la conducción de agua para la Tafona.

El valle se ensancha de pronto y se hace más llano, muestra un naranjal a la derecha, y a la izquierda Son Grua, al pie de unas estribaciones rocosas a cuyo abrigo se suceden numerosas alquerías y campos de labor, desde donde arranca el camino de Ariant, el valle montañoso más abrupto y cerrado de toda la isla, que nos proponemos visitar.

La garganta rocosa que inicia el ascenso recibe apropiadamente el nombre de Es Clot de l’Infern. Surgen a nuestra vista la barrancada de Pedruixella Gran y las cumbres que componen Muntanya. Salvamos el Esboldregat de Pedruixella, roquedal de cuyas formaciones calizas surgen tenaces pinos, y contemplamos desde aventajado otero las respectivas y ya conocidas cumbres del Puig Major de Sóller y del masivo Puig Major de Lluc.

La casa solitaria de la torre d’Ariant, al abrigo de una gran roca en la base del cerro casi cónico llamado Sa Penya des Corbs, muestra una ventana en arco de extremado punto y una torre redonda sobre leve talud; en torno encinas, pinos y algunos campos de labor; un Hortet con Safareig nutrido por dos fuentes acoge nogales, higueras y frutales varios hasta las mismas estribaciones del Gironella, a las que siguen las del Puig gros. Otro claro de nos muestra aún con labrantíos: en el valle que separa el Puig de Gironella y el Puig Gros brota entre chopos la fuente que vivifica un gran Hort entre paredes; en su parte más alta brolla el caño principal junto a una añosa morera a cuya sombra suma la propia un viejísimo lentisco. Desde un promontorio próximo a la torre se goza de una espléndida vista hacia el oeste, con el escarpado farallón rojizo desgarrado por las lluvias que ha dado lugar al  mar de piedras que se extienden hasta Mortixt.

Volvamos al camino de Pollença, justo al punto donde lo abandonamos en las inmediaciones de Son Grua. Salvamos la conducción de agua que se extrae del torrente para aprovisionar a la propiedad de Son Serra a la izquierda al pie de un cerro sin vegetación.

La vía, ahora en peor estado, salva el pedregoso cauce del Torrent des Molins, seco en verano y en invierno tributario de un arroyo que desde los altos de la izquierda desciende por las Posesions de Can Pontico y Can Llinàs y se orilla aquí y allá de algunos chopos solitarios. De los rojos y horadados peñascos a los pies de Can Llinàs salta a veces con las lluvias una cascada (salt). Por la derecha se nos ofrece la hondonada que media entre la hermosa montaña llamada Cuculla de Fartàritx con campos de labor hasta elevadas cotas la Serra de la Coma de Fartàritx, a la que lleva un camino.

Entre almendros, higueras y vides enzarzadas abandona el camino al fin el centro del valle y dejándolo a la izquierda llega por Can Diable al encinar de la colina del Calvari de Pollença.

La posición de Pollença en medio de una comarca muy fértil y no menos cultivada, rodeada de montañas de bello perfil, es tan importante  como encantadora. Como se trata de la localidad más nororiental de la isla, donde las lluvias y vientos del noreste han hecho suya la zona, no ha de extrañar que las precipitaciones sean relativamente frecuentes, circunstancia que le ha ganado en nombre de Orinal del Cel (orinal del cielo), amén de una exuberante vegetación. Pollença es uno de los lugares donde mejor se ha conservado el carácter mallorquín, tanto por lo que hace al habla como a la vestimenta. La lejanía  de Palma y la magnitud del lugar han propiciado el desarrollo de una sociedad propia.

La calle principal es el Carrer Major que con diferentes anchos atraviesa toda la localidad. Pollença cuenta con varias plazuelas, la pequeña Plaça de la Constitució o Plaça Nova con la miserable Casa Consistorial, y algo más allá del mercado, la Placeta de l’Assolellador, con una cruz de piedra y desde la que nace el largo Carrer del Roser Vell, y la Placeta de l’Almoina, en la parte sur de la localidad, donde se encuentra un pozo crateriforme. Las casas son en su mayoría pequeñas y de dos pisos, hasta 1.049 hemos contado, y 30 cuentan con una sola planta. En cambio, son 578 las de tres pisos y 4 las que suman aún uno más. Las más están construidas de Mitjans y la puerta suele abrirse bien en arco de medio punto bien escarzano, y no es raro que el primero se adorne con bordes dentados, aunque lo común es la mayor sencillez. Las ventanas suelen presentar una robusta cornisa a modo de antepecho, y si la construcción de la casa es de mampostería, suelen disponerse en marco de sillares encima del portal. Abundan los balcones renacentistas y no faltan tampoco las llamadas ventanas Coronelles.

La iglesia mayor de Pollença se nos ofrece como edificación harto grande, cuadrangular, con ventanas que dan a la parte trasera, portón principal inconcluso, pero adornado de un hermoso rosetón gótico de vitrales coloreados. En el lado derecho se alza una torre con dos hileras de ventanas góticas, también en número de dos, por lado, cíngulo superior con barbacana y coronamiento piramidal de aspecto muy semejante al de la iglesia de santa Creu de palma, que se eleva 78,17 m. por encima del nivel del mar. El espacioso interior muestra una gran nave abovedada sobre seis arcos de medio punto y claves con relieves representativos de las armas de la Orden de Malta en las que confluyen los siete remates de cierre perimetral. Los arcos descansan sobre una masiva cornisa sobre siete pedestales nacidos de una base que a su vez descansa sobre pilares románicos lisos. A uno y otro lado se abren 6 capillas góticas con recargados altares del XVIII.

La capilla del altar mayor tiene forma de concha; preside el ara una imagen de la mare de Déu dels Àngels, y en la parte central hay unas lápidas marmóreas correspondientes al sepulcro en su día de los monjes; la más antigua data de 1861.

Pollença tenía dos monasterios, de cuyas iglesias respectivas sigue en uso una, la Mare de Déu del Roser, regida por los dominicos como coadjutoría de la principal. Este monasterio fue fundado en 1578, y su iglesia, en una pequeña plazuela, tiene portal de marés, campanario a la derecha y rosetón en la fachada, por lo demás muy modesta. El interior nos ofrece un coro sobre la entrada principal y cuatro capillas por lado, las segundas respectivamente ocupadas por sendos accesos al templo y otras dos debajo del coro. Cuatro arcos de  medio punto que arrancan de una cornisa sobre columnas lisas sostienen la bóveda de cañón. A la derecha de la iglesia y adosado a ella se encuentra el monasterio, con amplio claustro con 8 arcos en sentido longitudinal y 6 en el trasversal, sobre columnas pseudojónicas que se reúnen por pares en las esquinas.

Otrora propiedad de los caballeros de San Juan, era conocido como Puig d’En Porquer hasta que con la construcción de la iglesia pasó a llamarse Puig del Calvari. Una buena carretera de reciente construcción asciende al lugar en numerosas curvas, en sustitución del antiguo camino, todavía existente,  ancho pero muy empinado, que arrancaba en línea recta desde Monti-Sion. Dos tramos de nueve escalones y un tercero de once llevan hasta la plazuela abierta enfrente de la iglesia. Hoy la empinada cuesta que en cinco curvas asciende al lugar presenta las estaciones del vía crucis señaladas con sendas cruces de hierro y losas de cerámica alusivas.

Un mirador da sobre Formentor, otro sobre la Vall d’En Marc, y ambos compiten en su oferta de panorámicas ricas en formaciones naturales de líneas tan clásicas como puras. El alto del Calvari se nos ofrece poblado de pitas y cactus; también hay en él tres molinos de viento, hoy empero pretéritos por causa de la violencia de los racheados vientos de la zona y la abundancia de molinos de agua en la vecindad.

Nos dirigiremos primero hacia el norte para conocer  los últimos valles de la Serra y sus notables prominencias, empezando por el valle de Ternelles. El camino nace en el pueblo junto al lavadero de la Princesa. Vemos aquí y allá algunas casitas aisladas, construidas en parte con sillares de marés, y la huerta nos ofrece de pronto dos apretados naranjales, s’Hort de Baix, a la izquierda, y s’Hort d’En Sureda, a la derecha.

Pasamos junto a otro molino, llamado Molí d’En Cavaller, y salvada una fronda de algarrobos nos hallamos en el angosto valle del Estret de Ternelles surcado por un arroyo orillado de innumerables palmitos y en el que se encuentra el Molí de s’Estret. Espléndida en verdad es la vista que se ofrece de Pollença y el llano antes de dar con el murete bajo que forma la linde de Ternelles.

En un alto poblado de olivos destaca la propiedad de Ternelles perteneciente a la señora Catalina Villalonga. Presenta una torre y una vieja casa con portalón en forma de arco apuntado a la que queda adosada la Tafona. Da a la parte delantera la sala, y quedan en la parte izquierda los establos; delante de la casa hay un Aljub que recibe las aguas recogidas por unos canalones de teja sobresalientes en la pared, y en el del lado norte se alza un viejo roble cuyas ramas se extienden a considerable distancia. El suelo del valle, de subido color rojizo, se compone de rocas amorfas profusamente sembradas de leucita, donde medran con notable fortina las encinas. Una docena de fuentes vivificadoras del lugar surten a su vez de agua a Pollença. El valle adquiere su mayor  anchura por el lado norte, hacia donde se encuentra la vieja ermita, aunque lo cierto es que como lugar de recogimiento cabe considerar al paraje todo, tan remoto de lo mundano, rodeado de altas colinas pletóricas de vegetación, y con un atisbo de la bahía Alcúdia, inserto azul entre las verdeantes laderas, como si preciso fuera el agudizar más aún la añoranza.

Un camino empedrado lleva a la ermita; dejando atrás el pétreo pedestal de una cruz, se inicia el ascenso por una avenida de cipreses. Queda a la izquierda del camino un pequeño torrente. El huerto de frutales ordena sus numerosos cerezos y naranjos en bancales varios. Después de un Safareig accedemos al atrio, al que sigue una plazuela empedrada. Aquí s encuentra la iglesia construida de sillares, con portón en tímpano sobre el que un pequeño rosetón es presidido por un escudo de armas con dragón y cruz superior. Todo el conjunto es coronado por un campanario.

   

Para llegar desde Ternelles hasta el Castell del Rei seguimos el torrente a los largos de la linde del bosque hasta dar con la Font des Moliners, que mana de Ses Rotes Noves y cuneta entre las tres más caudalosas del valle. Dejamos a la izquierda el camino que lleva a la ermita de esa parte del torrente y por la vera de una fronda de pinos alcanzamos el Hort des Carboner con sus frutales y minúsculo manantial. Abundan el lentisco, los palmitos, el Càrritx (carrizo), presentes por lo demás con abundancia en todo el entorno ya que en estos lugares no son objeto de comercio. Siguen luego el Coll des Cans, con abundoso pinar, y la Rota, de rojizo suelo. El valle se hace más angosto antes de ensancharse de nuevo para acoger numerosos campos de labor y verdeantes pinares. En una roca que diríase artificialmente tallada vemos a la izquierda el Castell del Rei. A la derecha, en cambio, se suceden el Coll de Cuixac, el de Na Vaques, ambos muy abruptos y semiocultos entre carrizos.

La muralla del castillo contornea la roca, cuyo punto más alto se encuentra en dirección al mar, que de esa parte queda a gran profundidad. En la esquina nororiental se encuentra la capilla de San Gabriel, simple construcción de abovedada desde la que la panorámica en torno adquiere una tremenda rusticidad, tanto en dirección al mar como a Formentor y el valle inferior. El punto  más alto, desde el que la vista al mar es ciertamente vertiginosa, la ocupa una pequeña cueva. Hacia el interior, en cambio destacan el Puig Tomir y la vecina montaña de Sant Salvador, los Colls d’Artà y la hoyada de s’Albufera.

El edificio principal se encuentra al lado oeste en el cuartel artificialmente tallado en las rocas y sostenido por dos arcos ojivales. Sillares de piedra y marés afirman sus esquinas configurando tres dependencias abovedadas con nervaduras simples que se entrecruzan en su centro y descansan sobre pilastras. En el acceso meridional, muy empinado, hay una especie de torre con bóveda y cornisa perimetral con aristones. Queda unida a un muro, que si en la parte es recto, en la inferior se redondea en conformidad con la torre de que forma parte. La pared opuesta la constituye una gran piedra por la que se cuenta que ascendieron los moros para expugnar el castillo. Una nueva bóveda ataudada aparece en la base de aquella, rodeada de un corredor cinglar que lleva a las almenas, presentes también, aunque en menor número, en una altura inferior. Sólo la retama y el romero ocupan hoy este desolado lugar. Más altos aún que esta torre quedan los restos de una dependencia turriforme que en su parte exterior presenta todavía la escalera de acceso a un torreón de vigía."

Archiduque Luis Salvador de Austria. Las Baleares por la palabra y el grabado. Mallorca: La isla. Ed. Sa Nostra, Caja de Baleares. Palma de Mallorca. 1.982.

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